Cada persona tiene un punto que fue creado «de la nada» por el Creador. Este punto es lo que hace que una persona se sienta individual y única. Nuestra vida entera es una lucha por este «yo», por la independencia y la singularidad: Midat Yehud.
A la persona la mueve un deseo de probarse a sí mismo, de sentir que existe. Todo el placer y el llenado que siente son secundarios. El punto central es asegurar que este «yo» exista.
Este «yo» es algo que una persona nunca podrá ceder. Puede entregar lo que sea, hasta su vida, pero no su «yo» porque este punto está por encima de él: surgió antes de que siquiera tuviera consciencia. Por eso es que la persona tiene que andar este camino tan difícil: para renunciar a su «yo» egoísta anterior y alcanzar un nuevo «yo» que sea semejante al Creador.
El Creador ayuda a la persona a cambiar el cimiento en donde se sitúa este «yo». En lugar de nutrirse de placer, uno recibe la energía de otorgamiento y se eleva por encima de su «yo» egoísta a su verdadero «yo». Así es como adquiere la verdadera independencia y la sensación de un «yo» eterno. Y cuando regresa al punto creado «de la nada», alcanza el estado de quietud y perfección.
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La individualidad y la singularidad se cristalizan al fusionarse con el creador
¡Nuestro «yo» está fuera de de nosotros!