El estado al que nos dirigimos está predeterminado por la naturaleza. Debería ser tal que, a partir de reconocer nuestra total inevitabilidad e impotencia, lleguemos a la conclusión de que no tenemos adónde huir. Sólo nos queda saltar fuera de nuestra esencia, de nuestra naturaleza, salir de ella, elevarnos por encima de ella.
El ego, que nos da todos estos problemas, hace que la vida sea inútil, inservible e insoportable, como dice la Torá (Biblia), “ayuda en contra”. Por eso, nos saca de nosotros mismos, como las plagas egipcias que llegaron a la gente y la sacaron de Egipto. Así en sentido figurado se presenta el desarrollo de la humanidad en la Torá.
Es decir, conocer nuestro ego y revelar el enorme problema que es en nuestra vida, nos obligará a abandonarlo y a pasar a un estado diferente, donde estaremos conectados con lazos de hermandad, ayuda mutua y bondad.
Como resultado, ya sea de buena o mala manera, con guerras o con conciencia, llegaremos al nivel de interconexión total, habrá armonía con la naturaleza y estaremos en total equilibrio con ella.
En ese estado ideal de equilibrio, viviremos de forma totalmente diferente, en un nivel en el que la eternidad y la perfección, como la naturaleza misma, se nos revelan. Llegaremos de todos modos, pero tal vez, con un mal desarrollo. Aquí hay un punto muy crítico en el desarrollo de la humanidad, donde Cabalá puede o no desempeñar su papel positivo.
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