En nuestro mundo, el dolor es la reacción del organismo a un problema. Es lo que nos dice que algo está mal con nuestro cuerpo. Por ejemplo, el dolor nos advierte del peligro y nos hace retirar la mano del fuego. El dolor nos obliga a movernos, a acercarnos a algo/alguien, o nos aleja de ellos; nos obliga a cambiar nuestras cualidades, adoptar nuevas opiniones, a darnos cuenta de la razón del dolor, a sacar conclusiones y progresar a nuevos estados del ser.
De hecho, el dolor es la única fuerza que es capaz de afectar nuestro egoísmo: dolor cuando nos sentimos mal, o cuando los otros se sienten mal, o cuando los otros se sienten bien. El dolor nos empuja desde atrás y nos fuerza a desarrollarnos. El dolor por sentirnos vacíos nos empuja hacia delante, hacia la satisfacción. ¡El dolor está en todos lados! Todas nuestras sensaciones vienen de choques, contacto, presión, o en otras palabras, del dolor. Sentimos placer sólo cuando lo precede una sensación dolorosa del deseo insatisfecho, del sufrimiento o de la expectativa.
No obstante, cuando salimos fuera de nuestro egoísmo y nos elevamos arriba del Majsom, nos damos cuenta que en vez de vivir nuestras vidas basándonos en la carencia o ausencia, podemos vivir basándonos en la satisfacción total y la plenitud. En vez de fundar todo en el dolor, podemos tomar la perfección como nuestro punto de partida. En vez de hacer las cosas porque necesitamos hacerlas, podemos hacerlas por amor, sin necesitar nada.
Esto es una calidad diferente de existencia, una actitud distinta hacia el mundo, hacia la gente, hacia ti mismo y por supuesto hacia el Creador. Y cuando lo alcancemos, el Creador inmediatamente se nos revelará, porque entonces seremos perfectos, como El es.
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