Haaretz: “Qué significa para los judíos que el presidente de Austria diga que todas las mujeres llevarán cubierta la cabeza”

En mi columna regular en Haaretz, mi nuevo artículo: “Qué significa para los judíos que el presidente de Austria diga que todas las mujeres llevarán cubierta la cabeza”

Cuando Alexander Van Der Bellen fue electo presidente de Austria, por un margen de menos de uno por ciento, declaró, “Seré un presidente de Austria pro europeo y abierto al mundo”. La semana pasada, Van Der Bellen declaró sobre la islamofobia: “Llegará el día en que tengamos que pedir a todas las mujeres que se cubran la cabeza. ¡A todas las mujeres! Por solidaridad con quienes lo hacen por razones religiosas”.  

Por un lado, vemos que sucede el proceso del que he estado advirtiendo durante años: la capitulación de Europa al islam. Por otro, hay un proceso reaccionario donde las burkas (cubierta musulmana) y los burkinis (traje de baño musulmán) están prohibidos en muchos países europeos, particularmente en los que más han sufrido de terrorismo islámico en los últimos años, como Francia.  

La apretado elección en Austria, indica que el público austríaco está dividido. Una imagen similar se dejó ver en el voto del Brexit en Reino Unido y en la elección presidencial de EUA. En general, los países occidentales se vuelven menos tolerantes políticamente, más divididos, sin que ninguna opinión parezca tener una clara ventaja. Esta situación hace casi imposible un gobierno eficiente, garantizando que la inestabilidad se incrementará en los próximos años. A menos que esa tendencia de creciente intolerancia política y agresión en escalada, se revierta, Europa inevitablemente se encontrará envuelta en otro conflicto violento que podría extenderse al resto del mundo. Si ocurre una erupción violenta, los judíos, como siempre, pagarán el precio más alto.

Narcisismo embrollado: la fuerza

Como dice la maldición china, vivimos tiempos interesantes. Como nunca antes, dos trayectorias contradictorias impactan a la humanidad. Por un lado, nos hemos vuelto narcisistas al punto que nuestro nivel de odio hacia los demás ha alcanzado niveles patológicos. Por otro, nos hemos vuelto tan interdependientes que no podemos separarnos de la sociedad.

Hace unas generaciones, la gente dependía de la sociedad por comida, abrigo y salud. Hoy, debido a que estamos tan preocupados por nosotros mismos, necesitamos asegurar constantemente nuestro valor. Como resultado, necesitamos desesperadamente gustarle a los demás en las redes sociales y su aprobación de la imágen (falsa) que ponemos ahí. En muchos casos, somos tan dependientes, que la gente que sufre de bullying en línea, recurre al suicidio.   

Si bien las redes sociales siguen siendo la forma más común de reconciliar la necesidad de vida social con la necesidad de privacidad, es claro que no es una solución sostenible. Las elevadas tasas de depresión y los incidentes atroces, tales como transmisión en vivo de asesinatos y suicidios, indican que están contados los días de las redes sociales como nuestra salida preferida.   

La interdependencia y la mutua aversión son tan evidentes en la política, como en el proceso social descrito. A medida que nuestro narcisismo escala, lo hacen nuestra intolerancia y agresión. Y como no podemos separarnos de la sociedad, nos volvemos contra ella.   

Esto significa una cosa: no hay solución para nuestra situación en el modo de pensar actual. Para prevenir la ruina total de la sociedad, tenemos que elevarnos por encima de nuestras diferencias y forjar una nueva forma de solidaridad.

Hoy, es sabido que un buen equipo requiere diversidad y que la exposición a la diversidad nos hace más inteligentes. Cada equipo deportivo sabe que un buen equipo de trabajo, gana más victorias que los grandes nombres en la lista que juegan destacados. Aunque lo sabemos, cada vez es más difícil cooperar.  Nuestro creciente ego hacen cada vez más difícil que formemos lazos fuertes, esto trae la desintegración en todos los niveles, desde la unidad familiar hasta la social.

La razón es simple: nuestra única meta es nuestro propio placer (usualmente inmediato). Queremos todo ahora, gratificación inmediata. Y si conectamos con los demás, es para explotarlos, incluso abiertamente o, aparentando ayudar, cuando en realidad, un motivo ulterior nos lleva a esa acción.

Un método no explorado

Tal alienación tuviera a la sociedad humana en la desesperanza si no fuera por la existencia de una solución inexplorada. Si la exploramos, no solo resolveremos la crisis actual que experimentamos, sino que llegaríamos a verla como necesaria, como paso preparatorio hacia un futuro más seguro y más brillante. Albert Einstein dijo una vez, “Los problemas importantes que enfrentamos no pueden ser resueltos en el mismo nivel de pensamiento en el que estábamos cuando los creamos”. Si aplicamos esta solución, nos elevaremos a un nuevo nivel de pensamiento, para el cual los problemas actuales serán la base.

El primero en pensar en esta solución fue Abraham el Patriarca, hace casi cuatro mil de años. Como escribí en el ensayo ¿Por qué la gente odia a los judíos y en mi libro Como un manojo de cañas: por qué la unidad y la responsabilidad mutua están hoy en la agenda del día, el Midrash (Beresheet Rabbah), Maimónides y muchas otras fuentes, nos dicen que lo que sucede hoy es similar, los babilonios en tiempos de Abraham se volvieron cada vez más alienados. Estos libros nos dicen que cuando Abraham reflexionó sobre la alienación de los babilonios, se dió cuenta de lo mismo que ahora hacemos: no podemos detener el creciente egoísmo y, a menos que encontremos alguna forma de lidiar con él, nos destruirá.  

En Torá Mishná (capítulo 1), Maimónides escribe que para encontrar una solución al problema del creciente ego, Abraham observó la naturaleza. Se dió cuenta que en la naturaleza todo está en equilibrio. Lo que mantiene la estabilidad es que además del ego, existe una fuerza de equilibrio, un deseo de conectar y construir, que coincide con el deseo de desconectar y destruir. Este equilibrio, Abraham concluyó, permite los opuestos que hacen posible la vida: calor y frío, conexión y separación, creación y destrucción y todos los opuestos que componen nuestro universo. En los humanos, no obstante, Abraham descubrió que “La inclinación del corazón del hombre es mala desde su juventud” (Gen 8:21)

Tan pronto como se dió cuenta que había encontrado la llave para la estabilidad social, Abraham la empezó a darla a conocer. En palabras de Maimónides, “Comenzó a dar respuestas a la gente de Ur de los caldeos [ciudad de Abraham en Babilonia], a conversar con ellos y a decirles que el camino en el cual se encontraban, no era el camino de la verdad”.

Abraham explicó que la única forma de sobreponerse al ego que había surgido entre ellos, era fortaleciendo su unidad. Ya que la naturaleza negó a la humanidad el equilibrio entre las fuerzas, del cual dotó al resto de la naturaleza, Abraham sugirió que podían “compensar” la falta de fuerza de conexión, creándola ellos mismos. Por eso, hoy le conocemos como hombre de misericordia y bondad, puesto que se esforzó por conectar a la gente.  

Cuando mucha gente se unió a Abraham para aprender su solución, se volvió una amenaza para Nimrod, rey de Babilonia, quien finalmente lo expulsó. Fuera de Babilonia, Abraham continuó aglutinando seguidores y estudiantes que se adherían a la idea de que la forma de sobreponerse al ego era incrementando la unidad, en sincronía con la intensificación del ego.

Abraham pasó su conocimiento a Isaac, quien lo entregó a Jacob, quien luego lo pasó a Joseph. Después de siglos de perfeccionar el método único de conexión, los hebreos lograron una unión tan poderosa que, incluso a pesar de que venían de diferentes lugares y etnias, se volvieron una nación a los pies del monte Sinaí, de la palabra hebrea Sinaa (odio). Cuando los hebreos vencieron la montaña del odio y su alienación, llevando su unidad al mismo nivel de su separación, equilibraron el ego que crecía en ellos y crearon una sólida sociedad, basada en justicia social y responsabilidad mutua que, hasta hoy, es la base de lo que definimos como humanismo.  

El sociólogo holandés-estadounidense Ernest van den Haag preguntó en The Jewish Mystique: “En un mundo donde los judíos son sólo un pequeño porcentaje de la población, ¿cuál es el secreto de la desproporcionada importancia que han tenido en la historia de la cultura occidental?” De forma similar, el historiador cristiano Paul Johnson, escribió en Historia de los judíos: “En una etapa muy temprana de su existencia colectiva, pensaban que habían encontrado un esquema divino para la raza humana, del que su propia sociedad debía ser piloto. Trabajaron en su misión con gran detalle. Se aferraron a él con persistencia heroica, frente al sufrimiento salvaje. Muchos aún lo creen. Otros lo transmutaron a los esfuerzos de Prometeo, para elevar nuestra condición por medios puramente humanos. La visión judía se volvió el prototipo de muchos grandes diseños similares para la humanidad, tanto divinos como hechos por el hombre. Los judíos, por lo tanto, siguen siendo el centro del intento perenne de dar a la existencia humana la dignidad de un propósito”.  

La forma en que Abraham y sus discípulos manejaron el ego, fue muy simple y efectiva. El libro Likutey Etzot (Consejos selectos) lo describe así: “La esencia de la paz es conectar dos opuestos. Por lo tanto, no se alarmen si ven una persona cuya opinión es opuesta de la suya ni crean que nunca podrán lograr la paz con ella. También, cuando vean a dos personas completamente opuestas, no digan que es imposible hacer la paz entre ellas. Al contrario, la esencia de la paz es intentar hacer la paz entre dos opuestos”.  

Por su mérito, habrá paz en el mundo  

Después de la “ceremonia inaugural”, a los pies del monte Sinaí y del inicio oficial del pueblo judío, la joven nación experimentó incontadas pruebas a su unidad. Superaron tremendos conflictos internos y lucharon por incrementar su unidad por encima del creciente ego. Al hacerlo, pulieron y mejoraron su método de conexión. Rabbi Shimon Bar Yochai describió este enfoque en El libro del Zohar (porción Beshalaj): “Todas las guerras en la Torá son por paz y amor”.

Inmediatamente después de que los judíos se volvieron una nación, se les ordenó ser “luz para las naciones”, es decir, transmitir del método de conexión que habían construído entre ellos, al resto del mundo. Abraham intentó difundir su método en toda Babilonia y si no hubiera sido por la interferencia del rey Nimrod, hubiera tenido éxito. También Noé y Moisés pretendían completar el trabajo de Abraham, pero su trabajo también falló debido a los impedimentos que encontraron. El gran cabalista, Ramjal, escribió en el libro Adir Bamarom (Poderoso en lo alto): “Noé fue creado para corregir el mundo del estado en el que se encontraba en ese momento. En ese tiempo ya existían las naciones y también recibirían la corrección de él” En el comentario de la Torá, de Ramjal, el sabio escribió sobre Moisés: “Moisés quería completar la corrección del mundo en ese tiempo…Sin embargo, no tuvo éxito debido a la corrupción que se dio en el camino”.  

El libro del Zohar conecta el trabajo de unidad entre los judíos con su misión frente a las naciones en la porción Aharei Mot: “Ve, cuán bueno y cuán placentero es cuando los hermanos se sientan juntos. Estos son los amigos que se sientan juntos, al principio se ven como enemigos, queriendo matarse unos a otros. Luego, vuelven al amor fraterno.  De ahora en adelante, nunca se separarán… y por su mérito, habrá paz en el mundo”.

Incontables fuentes judías conectan los problemas del mundo con el hecho de que Israel, que no cumple con su misión. El Talmud de Babilonia (Masejet Yevamot 63a) escribe, “Ninguna calamidad viene al mundo sino por causa de Israel”.  Rav Kook se refiere a esta tarea en su libro Orot (Luces): “La construcción del mundo, que se desmorona bajo espantosas tormentas de una espada bañada en sangre, requiere la construcción de la nación israelí. La construcción de la nación y la revelación de su espíritu son uno…. con la construcción del mundo, que se está desmoronando en anticipación a una fuerza llena de unidad y sublimidad y todo eso está en el alma de la Asamblea de Israel.”  

En su ensayo Garantía Mutua, Rav Yehuda Ashlag, autor del Sulam (escalera) comentario a El libro del Zohar, escribe, “Toca a la nación israelí calificarse a sí misma y a todo el mundo, para su desarrollo, hasta que tomen sobre sí el trabajo sublime del amor a los demás, que es la escalera para el propósito de la creación”.  

Desde la ruina del Segundo Templo, hace dos mil años, a causa del odio infundado, los judíos en general han mostrado desunión y el deseo por asimilarse y abandonar su vocación. Pero el mundo siente que su deber es ser “luz para las naciones” traer la luz de unidad al mundo. Mientras más división e incapacidad de resolver conflictos haya en el mundo, más vuelca su frustración a los judíos. Y entre más traten los judíos de evadir su misión, más duro les castigará el mundo.

El más satánico detractor del judaísmo en la historia, Adolf Hitler, escribió en su composición llena de odio, Mein Kampf: “Cuando, en largos períodos de la historia humana, examiné la actividad del pueblo judío, de repente surgió en mí la temible pregunta de si el inescrutable destino, tal vez por razones desconocidas para nosotros, pobres mortales, no desea, con eterna e inmutable resolución, la victoria final de esta pequeña nación”. Hitler incluso sintió que el problema con los judíos era su separación. En alguna otra parte, en Mein Kampf, escribió,  “El judío se une, sólo cuando un daño común le obliga o un botín común le atrae; si esos dos elementos se pierden, la cualidad del más craso egoísmo entra en ellos”.

El mundo espera nuestra decisión

En un mundo dividido, como el que vemos ahora, el método de conexión que Abraham, Isaac y Jacob desarrollaron, es imperativo para la sobrevivencia de la humanidad. La tensión en Corea del Norte es un ejemplo de que cualquier conflicto local, puede llevar al mundo a una catástrofe nuclear. El ego está saliendo de control, es irracional y muy, muy peligroso.

Conscientemente o no, el mundo culpa a los judíos por sus infortunios. Mientras más el mundo se hunda en una crisis tras otra, más los judíos serán culpados de todo. Thomas Lopez-Pierre, que busca un lugar en el consejo de la ciudad de Nueva York, dijo recientemente, “Los codiciosos propietarios judíos están en primer plano de la limpieza étnica, sacando de sus departamentos a negros y latinos” Como estas acusaciones se están volviendo cada vez más comunes, llevarán a la conclusión natural de que para quitarse el problema, debemos deshacernos de los judíos.  

A menos que los judíos sirvan de ejemplo de unidad, en la forma que legó Abraham, donde superan la lucha aumentando la unidad en sincronía con el creciente ego, serán tratados como lo fueron en Alemania en el siglo 20. Al principio, se les dará la opción de dejar Israel, así como Hitler intentó persuadirlos de dejar Alemania e ir a Israel. Si los judíos no se van voluntariamente, entonces el mundo recurrirá a otra opción: el exterminio.  

Los judíos necesitan sentarse tranquilamente y ver que se aproxima su  destino. Pueden elegir ser “luz para las naciones”. A inicios de los 1900, Rav Hillel Zeitlin escribió en Sifran Shel Yehidim: “Si Israel es el único verdadero redentor del mundo entero, debe estar calificado para esta redención. Israel debe primero redimir su alma… Pero, ¿cuándo vendrá la salvación del mundo? ¿ahora que esta nación, cuya mayoría perdió su antigua forma espiritual y está inmersa en disputas, peleas y odio infundado? Por lo tanto, en este libro, invoco a establecer la unidad de Israel… Si se establece, habrá unificación de los individuos con el propósito de elevar y corregir todos los males de la nación y del mundo”.

De hecho, el estancado mundo, que se tambalea entre izquierda y derecha, espera nuestra decisión de unirnos y volvernos un modelo de solidaridad, responsabilidad mutua y fraternidad. Esa decisión es la diferencia entre cielo e infierno para los judíos en particular y, para el mundo en general.
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