Haaretz: “Un adiós a la política en Estados Unidos”

En mi columna regular en Haaretz, mi nuevo artículo: “Un adiós a la política en Estados Unidos

Aún podemos prevenir que suceda una catástrofe de horrible magnitud a los judíos de Estados Unidos, pero la elección recae directamente en los judíos.

El 23 de febrero, Jonathan Martin y Alexander Burns de The New York Times escribieron acerca de “un encolerizado ejército de liberales exigiendo no menos que la guerra total en contra del presidente Trump”. Después vinieron los violentos choques durante las manifestaciones a favor de Trump del 4 de marzo y, el mismo día, el video de instigación de la ex-procuradora general de la administración de Obama, Loretta Lynch, para que las “personas comunes” peleen (si es necesario) a muerte en contra de la administración Trump. Incluso peor, su video fue “publicado en la página de facebook de los senadores demócratas y pregonado como ‘palabras inspiradoras’”.

Estamos atestiguando el final de la política en Estados Unidos. Los códigos de conducta que han dominado la diplomacia hasta el 8 de noviembre de 2016 han sido tirados tan pronto como llegaron los resultados de la elección. Ahora podemos ver quiénes son la verdadera “canasta de deplorables”. En EUA de hoy, los fanáticos liberales detestan, denigran, golpean y como acabamos de ver, han declarado una guerra abierta a cualquiera que no esté de acuerdo con ellos. Cuando una ex-procuradora general declara que está justificado matar a cualquier persona por sus puntos de vista políticos, califica como nazismo. Y aquellos que apoyan su declaración son, por definición, también nazis.

Del narcisismo al nazismo

Existe una línea muy clara que lleva de la auto-absorción extrema a cualquier tipo de extremismo, incluyendo el nazismo. En las pasadas décadas, el predominio de las tendencias narcisistas en gente de todos los niveles socioeconómicos se ha incrementado de forma exponencial. Existe una buena razón por la que The New York Times habló con entusiasmo del libro The Narcissism Epidemic: Living in the Age of Entitlement, afirmando que “La evidencia que Twenge y Campbell [los autores] compilaron es irresistible y apabullante”. Nos abrió los ojos a muchos de nosotros.

Cuidar de uno mismo no es narcisismo. Está grabado en nuestros genes como un medio de garantizar nuestra supervivencia. Aun así, desde el principio de la revolución industrial, gradualmente hemos cambiado del modo de supervivencia al modo de auto-indulgencia. Nuestra creciente habilidad para asegurar nuestro ingreso nos ha llevado a ocuparnos en toda clase de entretenimientos y exploración de nosotros mismos y del mundo. El problema es que con el tiempo, nos hemos vuelto tan preocupados por nuestros propios sentimientos que los jóvenes hoy, apenas pueden ver más allá de sus propias necesidades.  

En la arena política, los liberales, como el resto de nosotros, se han vuelto cada vez más narcisistas. La ideología liberal surgió como una respuesta contra el fascismo que asumió en control de la la mayor parte de Europa y eventualmente provocó el comienzo de la segunda guerra mundial. Su intención inicial era buena: garantizar la libertad de pensamiento a cada persona y prevenir la discriminación. Pero hoy en día, las ideas nobles del pluralismo se han visto distorsionadas en una ideología de “Mi opinión es la única opinión legítima y si piensas de otra manera entonces eres retrógrado, fascista, fanático y una amenaza para la sociedad. O eres como yo o no eres en absoluto”. Este moralismo extremo es precisamente el fundamento del nazismo.

Resulta que hoy, los peores enemigos del liberalismo son precisamente las personas que afirman hablar en su nombre. Si una mujer de 73 años de edad se divorcia de su esposo de 22 años sólo porque él votó por Trump y siente que con su voto la “traicionó”, claramente, esto no puede ser definido como liberalismo, y ciertamente no es pluralismo. Esto es despotismo.

Dónde encajamos los judíos en todo esto

En medio de toda esta perplejidad, los judíos juegan un papel prominente. En ambos lados de la arena política, son notorios, dominantes y activos. Cuando se desate el infierno, ellos se convertirán en las primeras víctimas.

Los judíos son grandes conectores. Socializamos, nos mezclamos y creamos conexiones que pavimentan nuestro camino a la cima, donde abastecemos  los intereses de nuestras cohortes. Cuando las cosas vayan mal, tendrá perfecto sentido culparnos por ello. Este no es un escenario ficticio; ha sucedido incontables veces en la historia y no hay razón para que no suceda en EUA, como ya nos indica el aumento del antisemitismo.  

Pero no es demasiado tarde para prevenir que, en Estados Unidos, suceda una catástrofe de la magnitud del holocausto o la inquisición española y, la elección de evitar el desastre cae directamente en los judíos. Los judíos son grandes conectores por una razón. Esta capacidad es nuestra única y más importante cualidad, la raíz de nuestra idiosincrasia como pueblo y precisamente la cualidad que debemos introducir en nuestro mundo fragmentado y lleno de odio.

Midrash Rabá, Maimónides, Pirkey de Rabí Eliezer y muchas otras fuentes nos hablan de que nuestra nación comenzó como una colección de proscritos y parias que descubrieron en Abraham a un maestro y líder que les enseñó que el odio que encontraron en sus tribus originales, debía ser cubierto con amor. Él les enseñó cómo unirse por encima de sus animosidades y alienación y los “capacitó” para reforzar sus lazos.

El ego y el odio mutuo de nuestros ancestros crecieron justo como nuestros egos están creciendo hoy. Pero en lugar de aislarse de la sociedad y dispersarse, los hebreos trataron su ego de la misma forma que un fisicoculturista levanta pesos cada vez mayores, para reforzar sus músculos. Así, los antiguos hebreos se convirtieron en “constructores de sociedades”, “sujetando lazos de forma tan estrecha entre ellos que pudieron comprometerse a ser “como un hombre con un corazón”. En el momento que hicieron este compromiso, también se convirtieron en la primera y única nación en la historia que han construido sólo en base al amor de otros, en lugar de proximidad geográfica o afinidad biológica. En esto, hasta el día de hoy, la nación judía es única.  

Cuando las cosas se ponen difíciles…

Como podemos ver, hoy las afinidades biológicas y las proximidades geográficas ya no tienen sentido. Las naciones están derrumbándose en todo el mundo y el odio se está derramando tanto dentro como entre los países. En tales circunstancias, el único tipo de conexión que puede unir, una vez más a la sociedad, en una estructura cohesiva y estable es el método de conexión que usaron nuestros ancestros; conexión por encima del odio, usando el ego como “peso” para reforzar los “músculos sociales”.

Cuando nos convertimos por primera vez en una nación, inmediatamente se nos dio la tarea de ser “una luz para las naciones”. A través de los siglos, los judíos han reflexionado acerca de esta tarea. Hoy, pienso que es claro como el agua que ser “una luz para las naciones” significa introducir este método único de conexión que une a las personas donde todos los métodos fracasan.

La única trampa en este diseño es que nosotros mismos hemos olvidado completamente el significado y propósito de la conexión. Como hice notar antes. Podemos conectarnos sólo cuando y donde se ajusta a nuestros intereses. Pero cuando debemos conectarnos con el fin de reforzar a la sociedad, la sociedad entera, olvídenlo. Estamos usando la cualidad que hemos desarrollado con el propósito de ofrecerla como un remedio a los males del mundo, para beneficiarnos a expensas de los demás. La gente lo siente en sus entrañas incluso si no puede expresarlo en palabras. Siente que nosotros, los judíos, les debemos algo, que de alguna manera, somos culpables de todas las guerras. En otras palabras, con su antisemitismo, están admitiendo que podemos prevenir las guerras, pero que no lo hacemos. Esto pone la elección de hacerlo directamente en nuestras manos.

Un ejercicio en unidad

No necesitamos enseñar al mundo el método que nosotros mismos hemos olvidado. Debemos simplemente acercarnos y conectarnos con nuestros propios hermanos. Sé cuán difícil es para personas con puntos de vista políticos opuestos, acercarse e incluso, intentar conectarse. Conozco el odio mutuo que existe. Pero también sé que este reto es nuestro gimnasio. El odio que sentimos es el peso que tenemos que esforzarnos para levantar con el fin de reforzar nuestros “músculos” de conexión.

Rav Kuk escribió que “La gran regla acerca de la guerra de puntos de vista, en la que cada punto de vista llega a contradecir a otro, es que no necesitamos contradecirlo, sino en su lugar, construir por encima de él y de esa manera ascender” (Cartas del Raiá). De la misma manera, el libro Likutey Etzot (Consejos varios) escribe, “La esencia de la paz es conectar dos opuestos. Por lo tanto, no se alarmen si ven a una persona cuyos puntos de vista son completamente opuestos a los suyos y piensen que nunca serán capaces de hacer la paz”. Todo lo que tenemos que hacer para lograr la paz es seguir al más sabio de todos los hombres, el rey Salomón, quien dijo, “El odio agita las disputas y el amor cubre todos los crímenes” (Prov 10:12).

El mundo espera nuestro ejemplo. Henry Ford, en uno de sus ensayos más antisemitas jamás escritos –El judío internacional: el principal problema del mundo- escribió específicamente que el mundo necesita el ejemplo de los judíos. En sus palabras: “Los reformadores modernos, que están construyendo modelos de sistemas sociales, harían bien en observar el sistema social bajo el cual los primeros judíos estaban organizados”.

Pero los reformadores modernos no serán capaces de emular ese sistema a menos que establezcamos un ejemplo para ellos. Los judíos, que son tan prominentes en ambos lados del mapa político de EUA, están en una posición única para cambiar el curso de su política, de su sociedad y del mundo entero. Todo lo que necesitamos para lograrlo es atrevernos a dar un pequeño paso, el uno hacia el otro.

Y el resto del mundo puede ayudarnos a hacer justo eso. Si el mundo entiende la verdadera tarea de los judíos y nos incita (o, Dios no lo quiera, nos obliga) a hacerlo, entonces seguro nos uniremos. Precisamente a causa de que los judíos tenemos dentro de nosotros, una sensación innata de que estamos en deuda con el mundo, estamos también más atentos a la crítica de las naciones, que cualquier otra nación. Si el mundo le dice a los judíos: “¡Unanse!” Se los cumpliremos. Hemos llegado a entender que el antisemitismo es la manera que tiene el mundo de decirnos que nos unamos. No vendrá con maneras más placenteras ni explícitas, sino mucho más agresivas.

Ahora que todas las modalidades de cercanía están colapsando y las sociedades se están desintegrando, sólo un método que nos eleve sobre nuestro odio y nos una a todos por encima de ese odio, puede tener éxito. Este método es nuestra herencia judía y nuestro deber es entregarlo como legado  a la humanidad.
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