Tenemos que traer al mundo a la hora de la verdad, a la comprensión del hecho de que sólo el hombre mismo necesita corrección. Nosotros tenemos que cambiar nuestra naturaleza para equilibrar el mal que hay dentro de nosotros. De lo contrario seguiremos destruyendo el medio ambiente. Hoy en día esta tendencia está volviéndose ilógica: Nosotros sembramos la muerte en nuestros hogares. Este es un conocimiento común sobre el cual se ha escrito repetidamente, y lo vemos con nuestros propios ojos, lo experimentamos por nosotros mismos como ráfagas de calor y frío, tsunamis y tormentas. Y vendrán más en el futuro.
Y, aun así, como si estuviéramos en un estado de inconsciencia, seguimos una y otra vez complaciendo nuestro ego, que nos habilita sólo para suprimir el instinto natural dentro de la voz de la razón del hombre que se ha quedado atascado en el mismo callejón sin salida bajo el bombardeo constante de los golpes. Al mirarlo desde el costado es imposible entender cómo puede ser.
Sin embargo, esto es lo que el Creador ha preparado para nosotros, una serie de desgracias, hasta que alcancemos el reconocimiento del mal, hasta que empecemos por lo menos a hacernos la pregunta: ¿De dónde proviene todo esto y por qué?
El problema con los líderes de hoy en día es que ellos son sordo al sonido de la razón y quieren sólo una cosa: continuar la persecución más allá de la riqueza y el control. Y lo más importante es que no ven una solución viable. Muchos ya entienden que todo se trata de la naturaleza humana, pero alzan sus manos en medio de la desesperación cuando se enfrenta a este problema. Sólo conocen dos vías: la fuerza militar y el dinero, los cuales les permiten mantenerse aferrados en el poder. No se toman en cuenta otras opciones para gobernar.
Yo les digo que es posible cambiar a la gente a través de la educación integral, que dentro de unos cuantos años ellos verán la mejoría y la prosperidad. Ellos escuchan, pero no oyen. No pueden oír debido a toda su inteligencia.
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De la 4º parte de la lección diaria de Cabalá del 8/29/12, artículo «Exilio y redención»
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