Acerca de los sacrificios, del diezmo y de la unidad de la nación

Dr.Michael LaitmanEl término «sacrificios» en el judaísmo se refiere al deseo de entregarse uno mismo a la sociedad. De la carne de los animales que eran sacrificados en el Templo, de las comidas que hacían los pobres, los levitas, y el pueblo, y esto era llamado «el trabajo del Templo».

El deseo de entregarse uno mismo a la sociedad fue expresado en forma de un mandamiento que la persona debía llevar a cabo, en forma del diezmo, que era usado para educar a las personas.

Todos tenían que llevar un sacrificio de acuerdo al pecado que habían cometido o algo que hubiera hecho mal. En ese entonces las personas estaban en un nivel espiritual, y cada uno determinaba por sí mismo sus pecados egoístas, dado que los demás no los veían. La persona sentía dónde se había equivocado y dónde había pecado, y entonces de acuerdo a Rabash, tenía que organizar un banquete, invitar amigos, sentarse juntos, y conectarse con ellos. Esto es llamado «trabajo de Dios».

Así es como se conectan las personas. Al mismo tiempo hacían un trabajo espiritual interno muy intenso con respecto al por qué estaban haciendo todo eso. Cuando la persona hace un banquete, ella se eleva y despierta a otros para que la impresionen más la próxima vez, y la ayuden a no caer una vez más.

Todo se hace de una forma muy pacífica como también lo hacemos hoy ¿Por qué necesito un Templo corporal? Tenemos un lugar donde nos reunimos con el grupo y ahí ustedes llevan sus «sacrificios». Pero cada uno tiene que aclarar primero las cosas de una manera anti egoísta, dado que de otra manera nada de esto tiene sentido.

Los sacrificios, el trabajo en el Templo, y todas las otras actividades son totalmente diferentes de lo que se nos ha hecho creer. Está todo dirigido hacia la conexión entre las personas.

El Templo es un lugar donde se reúnen todos los deseos y todas las correcciones. Es el lugar desde el cual salió el pueblo hacia cada región para enseñarles a las personas, y no había nadie que no supiera leer y contar. Todos sabían cómo hacerlo todo; todos conocían el trabajo espiritual gracias al diezmo que daban para sostener el Templo.

¡Nadie seguía a nadie! Todos tenían que hacer esto, de otra manera no eran considerados los que otorgan, los que dan. Es más, si la persona daba en contra de su voluntad y sólo porque era forzada a hacerlo, esto no se consideraba un diezmo. Como dice en las dos tablas sobre las cuales fueron grabados los mandamientos: «Cada uno debe dar conforme a la voluntad de su corazón». Si no viene del corazón, no se considera otorgamiento.

La Torá, «Éxodo», «Itró», 20:22: Y si ustedes me hicieran un altar de piedra, no lo construyan de piedra cortada: porque si elevaran su herramienta contra ella, la habrán contaminado.

Un altar debe ser siempre más alto que ustedes, por encima de sus cabezas, «por encima de la razón», por encima de su conocimiento y alcance. Esto significa que el otorgamiento siempre debe ser más elevado que todos sus cálculos.
(111351)
Del Kab.TV «Los secretos del Libro Eterno» del 3/4/13

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