En la espiritualidad todo ocurre en nuestros sentimientos, no en la mente, sino en el órgano sensorial llamado deseo.
Para crear seres creados y darles la oportunidad de alcanzar el nivel del Creador, es necesario crear y llevar el deseo a una condición tal que sea capaz de sentir al Creador, es decir, el universo entero. Después de todo, con el Creador nos referimos a todo el universo que se nos ha dado para alcanzar.
¿Cómo se hace esto? El deseo inicialmente creado crece gradualmente para parecerse al Creador; descubre la inclinación egoísta en sí mismo que es absolutamente opuesto a Él, se rompe, y debe recrearse a sí mismo desde un estado opuesto al Creador a un estado similar a Él.
Este es, en principio el camino que debemos recorrer. Una parte de este camino ocurre durante la preparación, cuando todavía no nos sentimos nosotros mismos. Al igual que la concepción de una persona se produce en nuestro mundo cuando dos fuerzas, el padre y la madre, al copular, crean todas las condiciones para el desarrollo de un niño (un nuevo deseo), que luego sale de ellos y ya se desarrolla de forma independiente.
Así es como debemos imaginarnos como deseos verdaderamente independientes que por un lado, son controlados por el Creador y por otro, son absolutamente independientes de Él. Esto significa que tenemos que determinar cuál es nuestra libertad y cuál es nuestra dependencia directa o falta de independencia.
Estas dos fuerzas opuestas deben actuar en nosotros simultáneamente. Debemos equilibrarlas, unirlas y dirigirlas para que se complementen.
Así, de estas dos fuerzas, la fuerza de recepción y la fuerza de otorgamiento, crecerá algo que será llamado “similar al Creador”. En la medida en que esta fuerza se oponga al Creador, funcionará para ser similar a Él. Entonces la criatura que se forme se llamará Adam, que significa similar al Creador.
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