Llora, alma mía

Escritos de Rabash, Shlavei HaSulam, «Cuál es la diferencia entre la puerta de las lágrimas y el resto de las puertas»: Incluso si una persona llora derramando amargas lágrimas, pero llora por los excesos, nadie responderá a su llanto. Esta persona está ante la puerta de las lágrimas, pero la puerta está cerrada y no permite que su plegaria entre. Las personas no lloran por los excesos. Es habitual llorar sólo por necesidades vitales.

Pregunta: ¿Qué significa llorar en la espiritualidad? ¿Cómo sabe una persona que realmente está llorando? ¿Y debe el grupo llegar a un estado de llanto?

Respuesta: Por supuesto, tanto el grupo como cada individuo deben llegar a este estado. Esta es «la plegaria de muchos» donde cada persona pide por todos, incluido él mismo. Las plegarias en el libro de oraciones están construidas bajo este principio.

Llorar es el estado de pequeñez (Katnút) cuando sé que no voy a alcanzar la unidad por mi cuenta; de hecho, ni siquiera puedo desearlo por mí mismo. Incluso antes de llegar a la certeza de que soy incapaz de realizar una acción espiritual, tengo que entender que antes que nada necesito un 100 % de deseo «¡haz que me suceda!» Y este deseo tampoco lo puedo adquirir solo.

Por ejemplo, he tenido la esperanza de deshacerme de una enfermedad por mi cuenta, pero gradualmente me he dado cuenta de que es imposible. Habiendo sufrido y desperdiciado una tonelada de esfuerzos, veo que no puedo hacer nada al respecto. Descubro que sólo puedo ser curado por un doctor. Así que ¿cuál es el problema?

El problema es que tengo que pedírselo al doctor. Tengo que exigirle e implorarle que lleve a cabo la cirugía. Y tengo que desearlo de verdad, incluso si esto me asusta mucho. El miedo me detiene, pero lo inútil de la situación me empuja a implorar por ayuda.

Lo mismo nos sucede a nosotros: En la medida en que avanzamos, vemos más y más claro que tenemos que pasar por la cirugía para eliminar el egoísmo, ese mismo egoísmo que nos lleva por la vida y nos sostiene en todas las maneras. Así que ¿cómo puedo pedir o incluso pensar en deshacerme de él? Sólo se puede hacer por medio de la Luz Superior.

Tengo que recibir el deseo desde fuera, del grupo, y lo hago involuntariamente. Está escrito acerca de ello, «Vamos de Lo Lishmá a Lishmá«, es decir de la intención egoísta a la altruista. Aspiro a eso que hoy es opuesto a mí: que todas mis preocupaciones sean por el prójimo, así que todo el dinero excepto el «mínimo vital» que necesito irá a mi prójimo, y así todo será para mi prójimo.

¿Puedo desear realmente esto, como si no hubiera nada más importante en la vida? ¿Puedo pedir que esos pensamientos no me dejen ni por un segundo? ¿Puedo llorar por ello?

Supongan que alguien me muestra una petición por el otorgamiento: «Requiero que se me proporcione un deseo altruista de manera que cuide de los otros con todo lo que tengo aparte de lo que necesito para sobrevivir» ¡Fírmalo! ¡Adelante! ¡Quiérelo! Pero ¿cómo puedo quererlo? Después de todo, no puedo crear un nuevo deseo dentro de mí.

Eso es verdad, pero si accedes a ello en principio, y entonces comienzas a trabajar en el grupo, el deseo necesario vendrá a ti desde los amigos. El entorno contiene una fuerza espiritual, la fuerza del Creador. Nada depende de los amigos en sí mismos, y fue arreglado de esa manera inicialmente. Si acudo al entorno, a nuestra conexión interna, ahí encuentro todo. Ahí revelo todos los niveles, fuerzas, y estados hasta el mismo fin de la corrección.

De pronto descubro que estamos unidos y en nuestra unidad siento los fenómenos espirituales, hasta la unidad total. Ahí revelo todo de lo que habla la ciencia de la Cabalá, en nuestra interconexión.

La fuerza de otorgamiento entre nosotros es la conexión entre las almas. El alma es la fuerza de otorgamiento en una persona, una parte del Creador desde Arriba.

(31006 – De la 1º parte de la lección diaria de Cabalá del 28 de Diciembre 2010, Escritos de Rabash)

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