Las fuerzas del mal no tienen libre albedrío. Nos parece que algunas personas o naciones nos causan intencionalmente sufrimiento, al haber cometido crímenes en la historia. Pero todo esto es una consecuencia directa del trabajo del sistema, que en adición al Creador sólo tiene un elemento capaz de influir en el sistema, nosotros, los que tenemos la oportunidad de trabajar de forma independiente, con acciones, pensamientos e intenciones libres.
Por lo tanto, no culpen a nadie. El Creador es bueno y hace el bien, y las leyes que Él ha establecido trabajan en el mundo y no pueden transgredirse. Resulta que en todo el sistema de los mundos, en todo el universo, solo nosotros tenemos el poder de cambiar algo en la realidad.
Nos encontramos en el vasto océano de Luz, razón, sabiduría, en el programa de la creación, como en una pequeña balsa. Y podemos influir en este océano, sentir confianza en éste, sentirnos seguros y tranquilos, pero también podemos causar una violenta tormenta en este océano. ¡Todo depende de nosotros!
Todas las otras partes de la creación, excepto nosotros, no cambian. La Luz está en un estado de reposo absoluto, y la vasija, el deseo, es completamente dependiente de la Luz. Y sólo nosotros, en medio de ellos, tenemos libertad de elección. Por lo tanto, aparte de nosotros, nadie puede cambiar nada, porque todo obedece plenamente al manejo superior. Este es el sistema por el cual el Creador nos influye con el fin de enderezar nuestros caminos y acercarnos a Él mismo.
Está dicho que «El Faraón pone a los hijos de Israel cerca del Creador». Cada sacrificio (Korbán) nos acerca más (Karov) a Él, y esto sólo depende de la forma en que usemos nuestra propia y libre elección.
Por lo tanto, nosotros no podemos esperar ni perder un solo momento, tenemos la obligación de hacer nuestro trabajo tanto como sea posible. En realidad nada cambiará, excepto lo que cambiemos por nuestros propios esfuerzos.
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De la 2° parte de la lección diaria de Cabalá del 8/20/13, Introducción al Libro del Zóhar