Toda la existencia que el Creador gira ante mí es solo una imagen a través de la cual Él quiere enseñarme a conectarme directamente con Él.
Al tratar de discernirlo a través de esta imagen, estoy aprendiendo. Dejo de prestarle atención al pasar de la representación externa a la interna. Y entonces empiezo a discernir no la imagen en sí, sino solo a Él. De alguna manera, la imagen entra en mí, se introduce en mi mente y en mis sentimientos.
La absorbo dentro de mí, como en un ordenador en el que se introducen nuevos datos o programas, y yo los capto en Internet, los grabo y los incorporo dentro de mí; así empiezo a penetrar más en Él, y descargo todos estos programas dentro de mí.
Son todas las imágenes, tanto de mí mismo como de los demás que se me aparecen como tales, llegó a un estado en el que veo, siento y percibo Su plan; además, no me limito a adivinarlo y sentirlo, sino que me asemejo progresivamente a Él, de lo contrario, no sería capaz de adivinar y sentir nada de eso.
Es decir, a través de representaciones externas, imágenes y cuadros del mundo que incorporo poco a poco dentro de mí, puedo entenderlo más profundamente.
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