Por encima del nivel de la muerte

La educación integral remueve de la persona prácticamente todo lo que caracteriza a nuestra sociedad moderna. Lo que queda es sólo su existencia normal, pacífica y cotidiana (lo llamamos el nivel animal, pero no con desdén, ya que este es el nivel en el que existe nuestro cuerpo físico). En este punto la persona dedica todos sus recursos sólo a dominar el siguiente grado, el de «Adam», el grado de la garantía mutua universal, del ascenso y la unidad. Es precisamente en nuestra unidad que descubrimos el siguiente nivel de nuestra existencia: el alcance de la eternidad y la perfección.

Y esto es posible ya que al romper con el cuerpo animal y alcanzar la imagen completa de la naturaleza, su mecanismo, su dinámica y las fuerzas que la envuelven de principio a fin, la persona se conecta y asocia con todo este proceso, y simplemente ya vive en ese nivel. Es como si él o ella rompe con su propio cuerpo (no podemos imaginar ese estado todavía) y se asocia con la unificación común alcanzada y existe dentro de ella hasta el punto que, incluso si su cuerpo muere, no siente la muerte. Es como si se tratara de la muerte de su amada mascota que convive en él. Él no siente que su «ser» pierda algo con eso.

Ya que nuestro cuerpo representa simplemente la suma de nuestros deseos y la noción de nosotros mismos, si ya no nos asociamos más con él, es como si viviéramos separados de él. Esto también es un problema psicológico, pero puede superarse con el curso de educación integral.

Tenemos que llevar a nuestros estudiantes poco a poco hacia esto ya que el problema de la muerte, a pesar de los constantes intentos de «embotellarla», sin embargo, domina al ser humano. En cualquier tarea que nos planteamos, inconscientemente incluimos este elemento y nos vemos obligados a hacerle frente. Cualquier decisión que tomamos: tener hijos, mantener a la familia, proyectarnos de cierta manera ante los ojos de la sociedad y así sucesivamente, cualquier cosa presupone un elemento de inclusión del ser en algo fuera de nosotros mismos, ya que de esta manera es como siguiéramos adelante.

(68743 – De las «Lecciones sobre el nuevo mundo», n º 8 del 15 de diciembre del 2012)

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