Nuestro deseo egoísta filtra la realidad para ajustarse a su propio propósito. En efecto, vemos el mundo a través de un filtro. En otras palabras, no vemos el mundo, la naturaleza, la sociedad y las personas objetivamente en la forma que realmente son. Más bien las vemos sencillamente como le conviene a nuestro ego, ya sea que lo beneficie o que lo dañe. Por eso, de una realidad infinita, nosotros solamente percibimos una minúscula parte llamada “este mundo” porque nuestro ego no puede percibir nada más que esto.