“Sus voces serán escuchadas»

La espiritualidad solo la podemos alcanzar en nuestra conexión. No es muy fácil de aceptar ni es muy agradable, porque es totalmente en contra de nuestra naturaleza. Mientras más se desarrolla la humanidad, de generación en generación, durante miles de años, más egoístas nos volvemos. Se puede ver con claridad en las transformaciones de la sociedad, que inició con clanes y tribus, luego se transformaron en aldeas que se convirtieron en grandes ciudades y países.

La conexión es un tema muy difícil, pero define toda la diferencia entre nosotros y el mundo espiritual. El principal problema es que creemos que podemos conectarnos. Pero no podemos hacerlo porque somos cien por ciento egoístas.

Primero, debemos recordar que no podemos conectarnos y mucho menos amarnos unos a otros. Es completamente en contra de nuestra naturaleza. Seamos realistas: sólo podemos odiar. Lo demás son juegos hermosos, como en el jardín de niños. Pero transformemos este juego en uno muy serio. Juguemos como buenos niños, aunque haciendo consciencia de que no lo somos y que, de hecho, nadie ama a su amigo ni quiere acercarse a él, pero esperamos un remedio único: la Luz que reforma.

No queremos conectarnos y lo entendemos perfectamente. Sin embargo, si de todos modos intentamos hacerlo, pedimos la fuerza de corrección, la Luz que reforma. No somos niños inocentes, somos egoístas y malvados y llegamos al grupo, no para abrazarnos, sino para lograr espiritualidad. De lo contrario la vida terminará en vano. Por eso, todas nuestras acciones en el grupo, durante los talleres y en la difusión, tienen un solo objetivo: atraer la Luz que reforma. La Luz hará todo el trabajo.

Hacemos todo lo que podemos; el Creador lo terminará todo de forma correcta. Corregirá incluso todo lo que hemos echado a perder. Lo principal es que intentemos pedirlo de forma auténtica. Que no nos engañamos a nosotros mismos. No queremos conectarnos. Pero al mismo tiempo, entendemos que no hay otra forma. En este mundo global todo está interconectado: naturaleza inanimada, plantas y animales. Sólo el hombre, el grado último, cae de la simbiosis general y actúa de manera opuesta.

Para conectarnos correctamente necesitamos la fuerza de la naturaleza. Esa fuerza nos separó de los otros niveles y a unos de otros. Ahora debemos exigir a esa fuerza que nos reconecte. Por eso, tratamos de hablar bien entre nosotros y entendemos que es una oración, un ruego, para que esa fuerza nos ayude a corregir nuestro ego.

La decena, el grupo y los talleres son un trabajo muy serio contra nuestro ego animal. No queremos acercarnos unos a otros, pero no hay otra opción: la humanidad debe restaurar la naturaleza que es totalmente integral y perfectamente conectada. Sólo el hombre lo estropea todo; estamos obligados a conectarnos entre nosotros y con los demás niveles de la naturaleza.

Siento que no quiero conectarme con nadie, pero al mismo tiempo, reconozco que debo estar conectado con todo, por eso exijo la Luz que reforma.

Está escrito que «Israel no será redimido por dolor ni por esclavitud ni por sus maravillas y locura ni por presiones ni por falta de alimento». Ningún esfuerzo heroico en este mundo puede ayudar a alcanzar el significado de la vida y la eternidad, sólo lo harán “diez amigos sentados juntos” que hablen de su unidad. Que entiendan que no hay conexión entre ellos y que con su propia fuerza no pueden lograrla; que piden fuerza para que venga y los conecte. Así, “sus voces serán escuchadas».1

De la lección 2, Congreso Latinoamericano 2019, 18/may/19 «Construyendo la sociedad futura», día dos, El trabajo en la decena.
1 minuto 00:00 – 20:00

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