Una lucha por el alma del pueblo judío

Opinión (Winston S. Churchill, Illustrated Sunday Herald, 8 de febrero de 1920, página 5): «A ALGUNAS personas les agradan los Judíos y otras no, pero ningún hombre pensante puede dudar del hecho de que ellos son, más allá de toda duda, la más formidable y la más notable raza que haya aparecido jamás en el mundo.
«Disraeli, el Primer Ministro Judío de Inglaterra, y líder del Partido Conservador, quien siempre fue fiel a su raza y estuvo orgulloso de su origen, dijo en una muy conocida ocasión: ‘El Señor trata con las naciones como las naciones tratan con los Judíos’. Ciertamente, cuando miramos el miserable estado de Rusia, donde más cruelmente fueron tratados los Judíos de entre todos los países del mundo, y lo contrastamos con la suerte de nuestro propio país, que parece haber sido tan providencialmente preservado en medio de los horribles peligros de estos tiempos, tenemos que admitir que nada de lo que ha sucedido en la historia del mundo desde entonces, ha falseado la verdad de la confiada afirmación de Disraeli.

Buenos y Malos Judíos

«El conflicto entre el bien y el mal que avanza incesantemente en el pecho del hombre, en ninguna parte alcanza tal intensidad como en la raza Judía. La naturaleza dual del hombre nunca es más fuerte o más terriblemente ejemplificada. Nosotros les debemos a los Judíos en la revelación cristiana una ética que, incluso si fuera separada completamente de lo sobrenatural, sería incomparablemente la más preciada posesión de la humanidad, digna, de hecho, de los frutos conjuntos de cualquier otra sabiduría y aprendizaje. En ese sistema y por esa fe, ha sido construida de los restos del Imperio Romano la totalidad de nuestra civilización existente.
«Y puede muy bien ser que esta misma raza asombrosa, en el momento actual pueda estar en proceso de producir otro sistema de moral y filosofía tan malévolo, como el Cristianismo fue benévolo, que, si no es detenido, puede destruir irremediablemente todo lo que el Cristianismo ha hecho posible. Casi pareciera como si el evangelio de Cristo y el evangelio del Anticristo estuvieran destinados a originarse entre el mismo pueblo, y que esta raza mística y misteriosa hubiera sido elegida para la manifestación suprema, tanto de lo divino como de lo diabólico.

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