La «religión» como una escuela para el avance hacia el Creador

El Arí escribe en el libro El Árbol de la Vida (siglo 16) que al salir del mundo animal, a través de la etapa de transición de los simios, nosotros adquirimos la forma humana. Esto ocurrió tanto en el nivel físico, corporal, como en el emocional y espiritual: Nos desarrollamos dentro de los deseos inanimado, vegetativo, y animado de la naturaleza, hasta que llegamos a los deseos egoístas del cuarto grado, del grado humano. El grado humanos se subdivide en estos cuatro niveles, pero en su conjunto, la humanidad se distingue del resto en su patrón único de desarrollo.

El desarrollo previo procedió a nivel material, limitándose a absorber y a excretar sustancias. La naturaleza inanimada casi siempre se restringe a procesos internos, la vegetativa a un intercambio de sustancias con el medio ambiente circundante: esta respira, consume, y secreta, pero sólo en una medida pequeña.

Teniendo en cuenta todo esto, el nivel vegetativo de la naturaleza depende enteramente de las condiciones externas, no se mueve de su lugar y está sujeta a los ciclos de las estaciones. La naturaleza animada tiene menos restricciones: Sus representantes se mueven de un lugar a otro, poseen un deseo más desarrollado, tienen formas especializadas de producir descendencia, y pueden consumir mejor el alimento y excretar los desechos. Y esta, en esencia, es la conclusión del desarrollo externo, material.

A partir de este punto se le añade un cuarto grado especial. Pero primero preguntémonos: ¿Por qué no pudo completarse el proceso en este nivel? ¿Por qué la tercera fase de la Luz directa no fue la fase final?

Keter, también conocida como la raíz, la fase cero, creó el deseo de recibir, la primera fase (Bejina Alef) y la llenó. Entonces este deseo anheló llegar a ser como el superior, lo cual es ya la segunda fase (Bejina Bet), el deseo de otorgar. Para realizar el otorgamiento al superior, la segunda fase toma una decisión: «Tengo que recibir». Entonces, desde el centro de Bina se forma un nuevo estado por sí mismo, la tercera fase (Bejina Gimel), Zeir Anpin, que recibe con el fin de otorgar.

Entonces ¿qué es lo que falta aquí? ¿Al parecer, la tercera fase lo tiene todo? Lo tiene todo, excepto su independencia, su propia conciencia y la percepción del superior, todo, excepto su propio «yo». Esta carece del desarrollo interno en relación con el superior. En otras palabras, ella necesita una conexión con sus raíces la cual es la única cosa que puede permitirle continuar su camino.

Es aquí donde surge la cuarta fase (Bejina Dalet) o Maljut. Esta es una fase única, caracterizada por el desarrollo cualitativo, interior.

Hasta este punto el deseo ya se ha desarrollado en su debido proceso. Esto lo vemos en nuestro mundo, que tiene más que suficiente egoísmo. Y ahora tenemos que desarrollarnos cualitativamente para alcanzar la raíz superior. El mundo ya ha realizado su egoísmo y entiende qué puede llenarlo y que no. Se han intentado todas las formas, como resultado de lo cual crecimos y lo destruimos todo. Lo único que queda ahora es la pregunta acerca de la relación con el superior, con el Creador: ¿De dónde vengo y para dónde voy?

Y esta precisamente es la cuarta fase: el grado del verdadero desarrollo del hombre, acompañado por los deseos de las otras fases. A partir de aquí es necesario entender qué es la «religión» en el contexto del desarrollo. Esta es un mecanismo especial, un método especial que nos permite comprender la distancia entre el Creador y yo. Y esta le pertenece sólo el grado humano.

¿Quién puede entonces empezar a hacer este trabajo? Aquel que siente la separación del Creador, quien siente la inclinación hacia el esto. En otras palabras, sólo aquellos que tienen el punto en el corazón. Todos los demás están en las etapas anteriores del desarrollo: inanimado, vegetativo y animado.

Esta es la razón por la que percibimos esta diferencia, la separación, la presión, el impulso hacia algo. Esto desarrolla en nosotros el sentimiento de reconocimiento del mal.

¿Qué es este mal? ¿Tal vez estoy experimentando sensaciones negativas porque no fui capaz de robar algo y de escapar inadvertido? ¿O se debe  a que soy consciente de la relación del mal con el Creador? Por lo tanto, la «religión» en este sentido es una escuela de educación interna y externa, que me revela cuán lejos estoy aun del Creador y cómo puedo superar este abismo.

Esto no tiene absolutamente nada que ver con las nociones tradicionales de «religión». Existe el hombre, y existe la fuerza superior. La pregunta es sólo en cuanto al reconocimiento de lo opuestos estamos y de cómo superar esta brecha.

(62077 – De la 4º parte de la lección diaria de Cabalá del 11/29/2011, «La esencia de la religión y su propósito»)

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