¿Por qué nos castiga la naturaleza con el coronavirus?

Mientras más nos desarrollamos, la naturaleza, cada vez más estricta, nos exige que mantengamos equilibrio entre recepción y otorgamiento. No podemos mantener ese equilibrio y conforme avanzamos, más sufrimos. 

No son fuerzas del mal que se vuelven en nuestra contra, sino un desequilibrio, entre fuerzas de recepción y de otorgamiento, cada vez más grande. La fuerza de recepción, el deseo de disfrutar, crece constantemente, pero no está compensado ni corregido, por el deseo de otorgar. Por esto la naturaleza parece castigarnos. No es un sistema primitivo que nos castiga de forma instantánea y podemos entender lo que sucede, no es como si pusieras la mano en el fuego, te quemaras y la próxima vez no lo haces. Más bien, el sistema de la naturaleza es enorme y muy complejo, por eso, cuando recibimos una reacción negativa en alguna parte, no sabemos exactamente de dónde ni por qué viene. 

Resulta que aprender la lección no es fácil. La humanidad aún no se da cuenta de que el ego daña y provoca todos los infortunios en el mundo. Nunca culpamos a nuestro ego, que constantemente crece, nos demanda y nos obliga a recibir siempre en nuestro beneficio, por cualquier medio. No podemos entenderlo y pensamos que todo está bien. 

La humanidad no ve que su deseo de disfrutar es la fuerza del mal. Además, el egoísmo es la máquina del progreso, sin él, regresaríamos a las cuevas. Por lo tanto, no tenemos elección, más que desarrollar nuestro deseo egoísta cada vez más e intentar darle la satisfacción que exige. 

Últimamente, hemos estado corriendo para satisfacer nuestro deseo consumista, para vender más y ganar más en nuestro ego. Esto define nuestra generación: ya no elaboramos productos esenciales para la vida, nos hemos sofisticado tanto, en el intento de satisfacer los caprichos de nuestro ego imprudente.   

Por eso la naturaleza nos castiga, por usar nuestro deseo excesivo y desenfrenado de disfrutar, que exige cosas totalmente innecesarias para vivir. El deseo de recibir es parte de la naturaleza, pero lo usamos de forma incorrecta. En lugar de llevar al sistema de la naturaleza a la armonía, utilizamos el deseo de recibir a nuestro capricho y sacamos de balance a la naturaleza. 

En vez de mantener un balance correcto entre la fuerza de recepción y la fuerza de otorgamiento, creamos desequilibrio en una dirección o en otra; por eso, hay distorsión en la naturaleza. Como resultado, hay plagas de la naturaleza que nos afectan. Les abrimos la puerta con nuestras relaciones incorrectas. 

¿De dónde vino el Coronavirus y otros virus que se manifiesten en el futuro? Sólo de la conexión egoísta e incorrecta, entre todas las partes de la sociedad humana. 

Estamos en el grado más elevado de la naturaleza, por eso, con nuestras relaciones torcidas provocamos distorsiones en los niveles inferiores: animal, vegetal e incluso, en la naturaleza inanimada. En el nivel inanimado, vemos que todo el globo está explotando desde cataclismos: tifones, erupciones volcánicas, calentamiento global o formación de glaciares. 

Las distorsiones en el nivel vegetal nos llevarán al punto en el que no tengamos nada para comer. En el animal, veremos la aparición de distintos virus y puede haber miles de ellos. Además, aún estamos por ver la infestación de langostas, como en las plagas egipcias. 

Causamos todas estas plagas con nuestras propias manos, al relacionarnos con los demás en forma distorsionada. Engendramos toda clase de manifestaciones horribles en los niveles inferiores que consumen los productos de nuestro trabajo, como un tumor canceroso.   

Bajo esas circunstancias, el coronavirus es corrección para compensar las distorsiones que creamos a nivel espiritual en nuestra conexión. Como resultado, incluso las distorsiones de niveles inferiores, se están revelando y nos obligan a cambiar hacia la corrección. 

Gracias al coronavirus, ya producimos menos bienes, viajamos menos y tenemos menos diversión. La humanidad se relajó y aplacó su ego arrogante que está destruyendo el planeta.  

Si la epidemia empeora, el mundo se detendrá completamente: todos se quedarán en casa, en vez de volar de un lado a otro del mundo, dejaremos de hacer toda clase de cosas estúpidas. 

Ayer, las noticias mostraron un aeropuerto totalmente vacío. 

Es una corrección; ¿por qué la gente necesita correr a algún lado? Ahora tendremos tiempo de pensar lo que estamos haciendo. De pronto, estamos aterrorizados: ¿qué estamos haciendo? ¿por qué fuimos a cierto lugar y gastamos el dinero que ganamos con cargas de trabajo extra?  

Ahora, nos podemos sentar tranquilamente y pensar. De hecho, hay algo en que pensar. Nos podemos comunicar con los demás, hacer algo útil. ¿Cuál es el beneficio de ver algunas piedras en Roma o París? Mejor veo a mis amigos, vecinos y familia. Finalmente, veré a mis hijos, porque ya olvidé cómo son y su nombre.

Le preguntaré a mi hijo: “Querido, cómo va la escuela? y responderá: “Ya no vamos a la escuela desde hace mucho tiempo, estudiamos en línea”. De esta forma tendremos tiempo para platicar un poco y llegar a conocernos mutuamente. 

Resulta que es una corrección. Sirve para que la humanidad se detenga y sienta su impotencia e incapacidad para controlar todo. Podemos detenernos en un segundo y hacer cualquier cosa con nosotros. 

Si mañana aparece un virus en la agricultura ¿qué comeremos? Eso es en lo que debemos pensar, en lugar de matarnos uno al otro y hacer juegos políticos. No puedes actuar con egoísmo si no tienes nada que comer. Entonces, comencemos a pensar en la vida, no en controlar al mundo, cada quien en su propia arrogancia.
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De la 2a parte de la lección diaria de Cabalá 5/mar/20, Escritos de Baal HaSulam, artículo “La Paz

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