Un juego de lo más serio

Para alcanzar al Creador, la creación necesita combinar dos fuerzas opuestas dentro de ella misma, pues de otra manera, no sentirá nada más que a sí misma, tal como los objetos de los niveles inanimado, vegetativo o animado.

Sin embargo, el ser humano es distinto porque siente a su prójimo. Al principio sólo ve la posibilidad de utilizarlo. Pero a la larga se desarrolla y empieza a entender que el prójimo es él mismo.

Solamente nos parece que los demás están en contra nuestra porque nuestro ego los aleja y nos hace odiarlos.  Sin embargo, si superamos este rechazo y los unimos a nosotros, entonces recobraremos la parte perdida y alcanzaremos la Fuerza que nos separa – el Creador.

Si devuelvo el sistema de las almas al estado corregido, en donde se unen mediante el trabajo en común, entonces alcanzaré la Fuerza Inicial que creó el Alma Única, que Él luego rompió para encomendarnos la tarea de unir las piezas como estaban antes.  Cada persona es como un niño que al unir todas estas piezas, llega a ser grande, alcanza la mente del Creador.

El Creador a propósito mantiene a las partes alejadas, separándolas mediante el odio y el egoísmo. Él es como un adulto que ha roto el juguete entero y ha mezclado todas sus partes, dándole al niño la posibilidad de desarrollarse poco a poco, adquirir inteligencia y pedir la corrección de sus atributos, para volver a unir el juguete más tarde.

El niño tiene que buscar cuál debe ser la forma futura del Alma y solicitar del Adulto los ejemplos. Debe obligar al Creador a corregir entre los dos lo que Él rompió, al igual que el niño pide al adulto que lo ayude a construir una casa con los cubos. Y así jugando con el Adulto, el niño comprenderá de dónde proviene el juego, para qué sirve, por qué fue creado en esa forma y qué pide el Creador de él. De esta manera llegará a ser como Él.

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