Cuando el viento del norte toca el violín

v_okno_100_wp El Zóhar, capítulo BeHar, punto3: A la medianoche, un viento del norte se despierta, y una llama de fuego emerge del altar inferior, Maljut.


Entonces las puertas se abren y los Dinim de abajo, Dinim de Nukva se reúnen en sus agujeros y esa llama marcha y deambula, y los portones del Jardín del Edén se abren.


Por último, la llama se extiende y en su pasaje se divide en varias direcciones del mundo y entra bajo las alas de ese gallo que canta.


Las correcciones más especiales se cumplen en el estado que se denomina “la noche”, cuando el hombre siente la oscuridad, la incapacidad, la ausencia de interés hacia todo lo espiritual. Se siente cansado y quiere dormir y olvidar, porque está harto de todo. No siente la importancia de la meta espiritual.


Este trabajo en “la noche” es el más importante. Está escrito que el rey David “se despertaba” a “media noche” y recibía sobre sí “el viento de noche”, es decir, unas fuerzas de redención concretas de corrección del egoísmo (“Gvurot” y “Dinim”). Precisamente con ayuda de estas desagradables fuerzas “del norte” “tocaba el violín”, y de este modo “madrugaba”. Es la manifestación de la Luz en el alma.


Durante todo este trabajo “por la noche”, él atraía hacia sí dentro de sus deseos (Kelim) aquellos estados en los cuales sentía la oscuridad, incapacidad, separación del Creador y en los que “lloraba y gritaba”. Así convertía dichos deseos en “vasijas” para la Luz y, entonces, “amanecía”.


Porque en lo espiritual no existe una mañana, una noche o un día. Percibimos toda la realidad dentro de nuestro deseo.


Por eso, en nuestro deseo anterior oscuro y vacío —y ahora corregido, revelamos “la Luz”.


Cuando en él brilla la Luz de Jassadim, a esto se denomina “el día”. Y cuando la Luz de Jassadim no puede brillar, es decir, que no tenemos la intención del otorgamiento, entonces a esto se le denomina “la noche”.

(Extracto de la lección nocturna sobre el libro del Zóhar, correspondiente al 22 de abril 2010)

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