Desde El Jardín del Edén y…vuelta a empezar

El Creador creó el deseo de recibir como «la existencia desde la ausencia» y lo desarrolló a través de cuatro fases, por la exposición de la Luz Directa. Cuando el deseo de recibir llegó a la última fase de desarrollo y se volvió tan grande como la luz que lo llenaba, la Luz le había pasado al deseo de recibir todas sus propiedades. Luego, en la última capa (Dalet de-Dalet, la cuarta parte de la cuarta fase), la criatura lo discernió como recepción.

Esto despertó una ardiente vergüenza en la criatura, quien vio hasta qué punto era opuesta al Creador, al Otorgador. Como resultado de esto, se restringió a sí misma y se negó a recibir. Esta sensación horrible de la vergüenza se llama «el resplandor de Maljut.» Es la oscuridad imposible de soportar, el «vacío» donde no hay Luz que pueda brillar. Es en este último punto, la  cuarta parte de la fase cuarta, donde tiene lugar la restricción (Tzimtzum). Todas las fases anteriores pueden lograr similitud con la Luz, ya que no son del todo opuestas a ella.

La cuestión es, ¿qué hacer con esta cuarta parte? No se puede anular o descartar porque, al hacerlo, la criatura dejaría de existir. La criatura que no está «enchufada» al Creador y que es opuesta a Él, en sus propiedades, no puede existir. La cuarta fase, el punto de independencia, debe ser preservada dentro de la criatura como su fundamento. De hecho, si no fuera por la vergüenza, la criatura (el huésped) se convertiría, por completo, en subordinada al Creador (el anfitrión) y haría lo que el Creador deseara, al igual que ocurre en el inanimado, vegetativo, y los niveles animados de la naturaleza; de la misma forma que una mascota es leal a su dueño.

Así que, ¿cuándo se convierte la criatura en un «invitado»? ¿Cuándo se siente esa persona como extraña y opuesta al anfitrión? ¿Y cuándo se siente como un invitado, con quien el anfitrión se siente feliz y emocionado de tener como tal y al que constantemente le pregunta: qué más se le ofrece, a fin de poder complacerlo? Cuando el huésped escucha al anfitrión decir: «¡Sírvete tú mismo! ¡Es todo tuyo!» Y el invitado contesta: «¡No es mío sino tuyo!» El invitado no puede evitar sentir esa vergüenza en la fase Dalet de-Dalet; la criatura debe mantener la sensación de vergüenza a fin de conservarse como criatura.

Así que, si residimos en el Jardín del Edén, es decir, en el otorgamiento puro (Biná), sigue siendo el nivel de los ángeles y no el de verdaderos humanos. Hasta que no llegamos a sentir ese vacío enorme, que no puede ser llenado, el hombre no está listo para su misión. El vacío no puede ser llenado hasta que no se revela toda la vergüenza que nos hace sentir la necesidad de cubrirnos con «prendas», lo cual significa que sentimos la necesidad de corrección.

Por lo tanto, con el fin de ayudar al hombre, una «mujer» se deriva y se desprende de él. Ésta es su «esposa» (Nukva) que está “hecha a partir de su costilla». Es ella la que le imparte este vacío a él y,  juntos (Zeir Anpin y Maljut, Adam y Eva), sienten la necesidad de «prendas» (la Luz Reflejada, la intención de otorgar). Se sienten como el invitado en relación con el anfitrión. De esta manera  pueden lograr la corrección, es decir, actuar exclusivamente con el fin de otorgar al Anfitrión y convertir la vergüenza en dignidad y honor.

Este camino es largo y complicado. Todo el mundo conoce la historia de Adam y Eva, aunque, nadie entiende lo que oculta.

(Extracto de la cuarta parte de la Lección Diaria de Cabalá correspondiente al 13 julio  2010, Introducción al libro Panim Meirot Umasbirot.)

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