El trabajo interno de un cabalista: La ventana al mundo nuevo

laitman_2010-03-10_5461El hombre ha nacido con amor sólo hacia sí mismo. Es nuestra naturaleza, con la cual no podemos hacer nada.

Vivimos, permanentemente, dentro de ella y no podemos salir de allí. Todas nuestras acciones son efectuadas, solamente, para nuestro bien, porque de otro modo no es posible ningún movimiento.

Por eso, necesito una fuerza ajena que actúe contra mi naturaleza y la cambie.

Toda mi razón y energía trabajan con el objetivo de llenarme y tranquilizarme. Sin embargo, dentro de mí existe un punto que me empuja a salir de mi naturaleza, ascender del escalón animal y alcanzar al Creador, es decir, subir al escalón humano.

Sólo este punto pertenece al nivel humano, al nivel del Creador. Esto es así porque el hombre es semejante al Creador.

Yo pertenezco al mundo material, sólo este punto en mí pertenece al mundo espiritual. Si dicho punto no se despierta, el ser humano vivirá sólo en este mundo y no presupondrá que exista algo más. Para él, esta vida material es suficiente.

Pero, si se despierta en él este punto en el corazón, entonces se sentirá incomodo en este mundo y aspirará a ascender por encima de él.

Sobre el hombre actúan dos fuerzas: una le empuja por detrás de este mundo material y la otra le atrae por delante desde el mundo espiritual.

Sin anularse a sí mismo (a su egoísmo), sin el ascenso por encima de su naturaleza, es imposible llegar a la unión con el Creador.

Debo decidir a qué naturaleza quiero pertenecer: a la naturaleza del Creador o a la naturaleza de la creación, es decir, elegir la recepción o el otorgamiento.

Debido a que el otorgamiento es opuesto a nuestra naturaleza, existe sólo un medio para pasar del mundo material al mundo espiritual: el grupo cabalístico.

El grupo posee una fuerza enorme porque trabajamos juntos y cada uno anula su deseo egoísta, el cual le impide lograr el objetivo para el que nació: ser parecido al Creador.

El Creador es la fuerza del amor y del otorgamiento, de la anulación de sí mismo. Por eso, necesito el grupo —el cual funciona como una fuerza externa y actúa como una palanca— que me permite cambiar mi naturaleza.

Para que esta fuerza sea grande y única, el grupo debe ser unido y fuerte desde adentro; debe de arder con el deseo de lograr el objetivo espiritual.

Entonces, cada uno en el grupo podrá usar esta fuerza y salir de la esclavitud del amor egoísta.

(Extracto de la lección según el artículo El propósito de la asociación (2) de Rabash, correspondiente al 20 de abril 2010).

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