Ibur (Concepción)

Nacemos en este mundo con el deseo de disfrutar, con un corazón egoísta en el que hay un punto especial: el inicio del mundo superior, la parte divina superior. Necesitamos llevar la importancia y el valor de nuestro deseo de disfrutar hasta ese punto, el deseo de otorgar. Del deseo de disfrutar, solo debe permanecer un punto negro y del deseo de otorgar, desde un punto, desde una gota de semen, desde una chispa diminuta, debe expandirse a la magnitud de Biná y Keter.

Así nos movemos de un mundo a otro. Todo depende de la importancia del punto en el corazón, el punto de otorgamiento y amor, de salir de uno mismo hacia el amigo y hacia el desprecio cada vez mayor del propio deseo egoísta, hasta reducirlo a un punto. Aunque al principio sentimos todo un gran mundo en este deseo, se va convirtiendo en el punto que originalmente fue, en las cuatro etapas de Luz directa: un punto negro dentro de la Luz blanca. Además, la chispa de otorgamiento se expandirá a la magnitud del mundo del infinito, llenando todo con la Luz blanca.

Necesitamos hacer todos esos cambios con nuestro propio esfuerzo para aumentar el valor del punto de otorgamiento y amor, la chispa espiritual, la propiedad del Creador y al mismo tiempo, cada vez nos anulamos a nosotros mismos y a la importancia de nuestro deseo de disfrutar, en el que por ahora percibimos todo este gran mundo.

Nuestro trabajo es reducir nuestro mundo a un punto negro único, encontrar la chispa espiritual en nosotros mismos y elevarla al mundo del infinito, un mundo brillante y vasto.

Todo el proceso inicia con el estado de embrión, cuando sólo ponemos atención en el punto de Luz blanca, en la chispa espiritual y hacemos todo lo posible para aumentarlo. Imaginamos estar dentro de Biná, en el útero de la madre, así avanzamos.1

Por lo general, en este momento, las aspiraciones egoístas más elevadas despiertan en el hombre para levantarlo, establecerlo, hacerlo famoso, esto es opuesto al deseo de anularse. Ese es exactamente el trabajo que se nos da desde arriba. Hasta que aceptamos convertirnos en cero, a no necesitar nada ni ahora ni en el futuro, no podremos ingresar al mundo espiritual y convertirnos en embrión espiritual. No antes.

Hasta que la persona acepte reducirse a cero, a un punto, no ingresará al estado de embrión. Es necesario sentirlo muy bien para vislumbrar dónde se encuentra el ojo de la aguja a través del cual se penetra en el mundo espiritual.2

La fuerza que nos lleva a la espiritualidad, llamada Moisés, nos lleva al pie del Monte Sinaí, es decir, a nuestra insignificancia frente a la montaña de las dudas. Es un sentimiento muy difícil y se debe estar de acuerdo con él, es decir, estar dispuesto a continuar a pesar de las dudas y humillaciones, reduciéndose a un cero total.

Si reduce su deseo de disfrutar al mínimo necesario para la existencia a la que su naturaleza, el Creador, lo obliga, entonces está preparado para recibir la Torá.3

Debemos permitir que el superior trabaje en nosotros, confiando totalmente en Él, como el bebé en los brazos de su madre o en su útero. El mundo entero es el útero de la madre y necesitamos convertirnos en embrión. Imagina cómo hacerlo; es necesario reducir nuestros deseos, pensamientos y acciones. Quizás trabajamos mucho, pero es como si no hiciéramos nada por nosotros mismos; es el superior que funciona a través de nosotros. Solo queremos sentir cómo Él trabaja con nosotros.4

De la 1a parte de la lección diaria de Cabalá 5/sep/18, clase con el tema «Concepción»
1 minuto 0:20
2 minuto 19:37
3 minuto 35:51
4 minuto 41:41

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