La geografía cabalística

laitman_2009-07_0211[1]La revelación del Creador sucede en la Luz de Jojmá. La Luz de Jasadím, otorgamiento para el otorgamiento, es sencillamente la preparación para que el alma reciba la Luz. Cruzamos el Majsóm, alcanzamos el atributo de otorgamiento (para el otorgamiento, el atributo de Bina) y nos quedamos en este estado durante el período de corrección “40 años en el desierto”, hasta que finalmente lo alcanzamos llenando nuestros deseos con la Luz de Jasadím.

Más adelante empezamos a “recibir para dar” (“entrar a la Tierra de Israel”; la palabra “Eretz” significa “tierra” y se deriva de la palabra “Ratson”, deseo; Isra-el quiere decir “Directo al Creador”). Utilizamos nuestro deseo de recibir para el otorgamiento al revelar al Creador (la Luz de Jojmá en la Luz de Jasadím). Por lo tanto, se dice que el Creador se revela solamente en la “Tierra de Israel” (el deseo de dar), y el éxodo de Israel se llama el destierro (de dar y de la espiritualidad).

Entre las palabras “exilio” (Golah) y “redención” (Ge’oola) solamente hay una letra de diferencia, “Álef”, que representa al Creador (el primero y único en el mundo). “La Tierra de Israel”, es un deseo dentro del cual recibimos para dar. Esos deseos a través de los que no puedo recibir y revelar al Creador, que sirven solamente para dar para beneficio del otorgamiento, significa que no estoy todavía en la Tierra de Israel, pero me encuentro cerca.

Por consiguiente, La Cabalá describe varias áreas como círculos alrededor de la Tierra de Israel. Poco a poco nos alejamos de Babilonia y conquistamos esta tierra, corrigiendo nuestros deseos paso a paso. Estamos hablando del mismo deseo, un deseo que es constante, y lo que cambia es nuestra actitud hacia éste.

Dejo Babilonia, llego y parto de Egipto a medida que paso por varios deseos que tienen la intención para mi mismo. Convengo en restringir esos deseos, que significa cruzar el

Mar Último.

Estoy preparado para elevarme por encima de mi egoísmo, por encima del Monte Sinaí (la montaña del odio) y conectarme con deseos desconocidos (“Ama a tu prójimo como a ti mismo”).

Yo no adquiero los mismos deseos de mi prójimo, más bien volteo mis propios deseos hacia fuera, como un guante, “para beneficio de mi prójimo” en lugar de para mi mismo.

Más adelante, estoy listo para recibir placer a través de esos deseos, pero no para mi mismo como antes, sino para el otorgamiento, para el beneficio de mi prójimo. Sus deseos se vuelven más importantes para mi que los míos (algo así como un llenado “indirecto” de mis deseos) en contraste con el llenado “directo”.

Así es que como vemos, todas las nociones descritas en la Torá (Egipto, Monte Sinaí, cuarenta años en el desierto, la Tierra de Israel) representan acciones espirituales dentro de uno y el mismo deseo. Lo único que cambia es nuestra actitud hacia la forma de implementar nuestros deseos, y vemos que eso que pensábamos era geografía e historia, son un retrato interior.

Gradualmente, llegaremos a la perspectiva correcta y nos escandalizaremos: “¿Cómo pudimos estar tan equivocados pensando que la Torá nos enseñaba sobre acontecimientos históricos externos y geografía?” No podremos creer que en algún momento consideráramos a la Torá como una novela histórica. Será para nosotros muy fácil comprender que habla de deseos humanos a través de los cuales alcanzamos la espiritualidad. Lo que quedará fuera de nosotros será solamente “Olam Amedumeh”, un mundo de ilusiones.

(Extracto de la lección sobre El Libro del Zóhar, correspondiente al 10 de diciembre 2009.)

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