La sociedad perfecta de Abraham, parte 2

Dr. Michael LaitmanPregunta: La Torá nos dice que el Creador le dijo a Abraham a qué tierra debería ir desde Babilonia. Entonces, ¿sabía él en un principio hacia dónde iba?

Respuesta: No. No se trata de las coordenadas en un mapa. Si no pensamos en los milenios de historia, tampoco consideramos los kilómetros de la superficie de la tierra. Allí, el tiempo y la distancia no tienen control. Cuando la sensación interna de la persona, llamada «su Creador», le dice qué buscar, hacia dónde ir, significa que debería moverse a otro lado, a otro lugar de residencia, pero en el siguiente estado espiritual, el cual será llamado «la tierra de Israel».

Pregunta: ¿Esa es la «tierra» que encontró en sí mismo?

Respuesta: Por supuesto. Porque el concepto de «tierra» (Eretz) se deriva de la palabra «deseo» (Ratzón). «Eretz Yisrael» significa el deseo dirigido «directo hacia el Creador» (Yashar- El). Cuando ustedes llegan al punto donde todos sus deseos están dirigidos hacia el Creador, entonces uno diría que llegaron, entraron a «la tierra de Israel», ya sea que estén en Canadá, África, Estados Unidos o en cualquier lugar. Después de todo, nuestro cuerpo no es tomado en cuenta. Todo el asunto está en el deseo de la persona.

Regresemos a Abraham; él trabajó en unidad con sus estudiantes. Muchos cabalistas escriben sobre esto, especialmente Maimónides, el gran cabalista de los siglos XI y XII. Abraham empezó a trabajar con ellos de acuerdo al sistema «ama a tu prójimo como a ti mismo», y así empezaron a unirse, a juntarse, y a «formar» de ellos una sociedad completamente nueva, en la cual todo estaba conectado internamente con todos los demás.

Los estados, países y personas también están conectadas, pero externamente, es decir que tienen sistemas de cuidado de salud, seguridad social, leyes, educación, etc. Pero no estamos hablando de lo externo, sino de los sistemas de conexión internos entre las personas. Este enfoque de Abraham es distinto al concepto de Nimrod, quien le ofreció al pueblo dispersarse para no interferir entre sí y, a la vez mantenerse en contacto desde lejos.

Parecería de hecho, dejemos que los diplomáticos negocien, dejemos que los comerciantes tomen caravanas a lo largo de «La ruta de la seda» o de «los vikingos a los griegos», dejemos que los marineros descubran América, etc. Pero aquí estamos hablando de otro camino, de conectarse entre todos internamente. No estamos hablando de cuerpos, sino de intenciones, enfoques, y de sobreponernos a los obstáculos internos. La persona viaja no en las montañas, ni a través del desierto del Sinaí, sino a través del desierto del alma, porque siente que su actitud hacia los demás es una tierra árida que la seca, en la cual no hay nada con que llenarse.

Es por esto que el camino para acercarse a los demás es a través del desierto. Entonces, la persona en realidad se acerca a ellos; internamente, a través del «desierto del Sinaí», llega a la «Tierra de Israel». Y aquí encuentra su deseo «que fluye leche y miel», emanando e «irradiando» todas las cosas buenas.

En esencia, este es un «paraíso». En el pasado hubo un desierto, o incluso un «infierno», y ahora el «Jardín del Edén».  La falta de deseo para entrar en contacto con los demás, el odio al prójimo, todo esto se transforma en bondad.
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Del Kab.TV «Babilonia ayer y hoy» del 8/27/14

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