Los hijos del universo, parte 2

Dr. Michael LaitmanNo podemos decir que la persona no se conoce a sí misma, sin mencionar a la humanidad en general. Como resultado no podemos conocer este mundo, que es la totalidad de todos los niveles: inanimado, vegetativo, animado y humano.

No podemos, ante todo, porque no nos conocemos a nosotros mismos. Tenemos que admitir el hecho de que incluso la psicología no es una ciencia en el verdadero sentido. La esencia de la persona sigue siendo un enigma para nosotros. Vemos el resultado y las consecuencias de los distintos procesos en nosotros por medio de nuestras reacciones a algo y las estudiamos de una forma muy limitada, dado que somos dependientes y muy limitados en nuestras evaluaciones.

Es más, somos impotentes cuando queremos ascender a un nivel más elevado, a aquel que nos creó, e incluso más alto, al plan de la creación. A juzgar por los diversos eventos y por nuestra propia experiencia personal mientras avanzamos, vemos que todas las fuerzas de la naturaleza están en un sistema que es total e integral. Estas fuerzas operan de acuerdo a ciertos procesos y son operadas de acuerdo a cierto plan general del cual no sabemos nada pero en el que estamos incluidos.

No obstante, el inanimado, el vegetativo y el animado de la naturaleza completan el plan instintivamente, por medio del comando de órdenes de la naturaleza, mientras que nosotros, junto con la sensación de que estamos involucrados en esto, tenemos una sensación de que realizamos nuestras propias acciones.

Si pudiéramos acercarnos al estudio de la naturaleza basados en estas dos fuerzas, quizá podríamos obtener algo. Pero la ciencia en total no está ocupada en la investigación del nivel humano, porque no tenemos medios reales para medirlo.

En consecuencia, solo observamos lo que está ocurriendo, y esta es la esencia de nuestros estudios. Observamos, recogemos datos, y establecemos un sistema de conocimiento científico. Además, usamos nuestras modestas opciones para influir en los distintos fenómenos y estados de la naturaleza del inanimado, vegetativo y animado, así como del hombre, y observamos la reacción que nos permite entender algo.

Aunque ignoremos el hecho de que todas nuestras observaciones y estudios están basados en nuestra percepción subjetiva, aun así los resultados son un resumen, que en esencia, nos da poco. Después de todo, estos se derivan de nuestros cinco sentidos limitados.

Al estudiar la flora y la fauna, podemos ver el rango de nuestra percepción, pero estos resultados son inciertos, los comparamos con nosotros mismos y no con el estándar presente. Nuestra visión tridimensional, el golpe de nuestro pulso, el movimiento del sol y la luna que miden el día, las eras geológicas y la edad del universo, son medidas muy subjetivas.

Por lo tanto, nuestro deseo de conocer el universo no es en realidad tan serio. La persona es como un niño que se atribuye a sí mismo habilidades irreales. Eventualmente usamos solo las fuerzas de la naturaleza que podemos alcanzar. Las recogemos y presentamos en simples dibujos y las usamos de acuerdo a nuestras habilidades.

No nos diferenciamos mucho del hombre prehistórico que usaba un palo con el fin de construir o destruir. Nuestros palos son un poco distintos: aceleradores de partículas, observatorios, etc., pero el principio es el mismo. Somos como bebés que quieren tocarlo todo y ponerlo en su boca, solo que estamos en otro nivel.

Ni siquiera somos conscientes de cuán limitados somos. Aquí y allí descubrimos que la naturaleza es mucho más amplia y profunda, pero no sabemos hacia dónde y cómo se expande. No podemos penetrar en las dimensiones más elevadas o salir de nuestra aldea tridimensional: de las coordenadas de tiempo, espacio y movimiento.
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Del programa «Una nueva vida» 3/02/14

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