Qué hacer con un niño rebelde

Desde mi página de Facebook Michael Laitman 6/jul/20

La primera vez que nos dijeron que nos quedáramos en casa y mantuviéramos una distancia de dos metros, en gran medida obedecimos. No queríamos atrapar el virus ni poner en riesgo a nuestros seres queridos mayores. Cuando las autoridades aliviaron el encierro y dijeron que podíamos salir de nuevo, fue cuando lo perdimos. No todo el mundo, pero los suficientes para hacer que el virus volviera ferozmente.

Pero ahora no podemos volver. La paciencia de la gente se agotó, su obediencia la reemplazó el desafío. Es como si le dijera a la naturaleza:
′′ Atrápame si puedes!”, puede y lo hará. Si no con el coronavirus, con algún otro virus, bacterias o una amenaza disciplinaria completamente diferente. Una vez que la naturaleza habló, no se rendirá hasta que escuchemos, pues su revelación es el inicio de una nueva etapa en nuestro desarrollo como sociedad humana.

El coronavirus nos dice que debemos mantenernos separados, porque somos dañinos para el otro. Deliberadamente nos hemos dañado de tantas formas y tan a menudo, que la sociedad se está desmoronando y desintegrando, mucho antes de que comenzaran las protestas por George Floyd. La COVID-19 se propaga más rápido que nunca, las tensiones raciales al alza en todo el país, una fuerza policial demonizada y deslegitimada, hasta el punto en que se volvió ineficaz en muchos casos y una campaña electoral rabiosa, cuya virulencia alcanzará su punto máximo en unos meses, estamos viendo la formación de una tormenta perfecta que podría derribar a la superpotencia más formidable en la historia moderna y tal vez de siempre.

La siguiente fase, a la que la naturaleza nos obliga con el virus, verá una humanidad mucho más considerada y cariñosa. Pero la humanidad determinará la velocidad de evolución de esa fase y si la actual humanidad egocéntrica que conocemos se sobrepone de modo agradable y suave. Todo padre sabe qué hacer cuando su hijo no se corrige después de la primera amonestación: hay una segunda, mucho más dura. Como somos desobedientes, esto es lo que deberíamos esperar de la naturaleza.

Pero la naturaleza no tiene deseo de destruir a la humanidad; sólo nos hará daño hasta que aprendamos a tratarnos mejor entre nosotros y al planeta. Podemos desafiar a la naturaleza y hacer fiestas COVID-19 y podemos negarnos a usar mascarillas o mantener nuestra distancia, pero no pasará mucho tiempo antes de que la naturaleza nos estire de la oreja y nos envíe a la esquina.

A veces, cuando las probabilidades están totalmente en tu contra, es imprudente ser el sabiondo. A veces, lo más sabio es sólo jugar. Y en este caso, al final descubriremos que somos los ganadores y nuestro desafío sólo retrasó nuestra victoria.

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