Si viene del Creador, no necesito nada más

Cuando se comienza a estudiar Cabalá, es como si se saltara al mar, al principio no distingue las revelaciones profundas ni sutiles. El hombre es como un bebé recién nacido que en los primeros días no entiende, no ve ni no oye nada. Lo más importante es estar firmemente unido al deseo de recibir, al ego. La primera etapa del trabajo espiritual es separarse del egoísmo, alejarse de él y verlo de lado.

Se requieren años de trabajo para que la Luz que reforma haga su trabajo en la persona y la cambie. El primer cambio es empezar a escuchar lo que dicen los cabalistas.

Para entrar a la espiritualidad debes convertirte en cero absoluto, es decir, olvidar tu deseo de recibir, tus aspiraciones y expectativas de que las cosas cambien para ti. Estoy de acuerdo con todo lo que recibo y cancelo por completo cualquier crítica.

Todo lo que sucede viene del Creador y sin duda, es lo mejor para mí. Por lo tanto, no pienso en absoluto: el Creador actúa sólo en mi beneficio. Esto limita mi actitud hacia la vida corporal.

Con respecto a la espiritualidad, también obtengo lo óptimo en todo. Pero, no tengo nada, Eso es genial, es lo mejor porque lo recibo del Creador que es bueno y hace el bien. Llegas a esta decisión, aceptando tu estado corporal como el mejor, sin necesidad de adiciones, anulándote totalmente. Lo único que pides, tanto en corporalidad como en espiritualidad, es que el Creador te organice según Su voluntad y te ayude a estar completamente de acuerdo.

El primer grado espiritual es la capacidad de adherirte plenamente al Creador, día y noche, en luz y en oscuridad, en tristeza y en alegría, sin importar lo que suceda. Si alcanzo ambos ceros, en corporalidad y en espiritualidad, entro al mundo espiritual, a los grados de la escalera.

Es el ascenso entre los dos estados: desde abajo, la razón y desde arriba, fe por encima de la razón.

Todo viene del Creador y sabe lo que necesito. Mi trabajo es aceptarlo por completo. Eso no significa que olvide los requisitos corporales: debo cuidar a mi familia, mi salud. Sin embargo, sea cual sea mi estado interior: en oscuridad y desesperación, en caos y malentendidos, en confusión y embotamiento de los sentimientos, estoy de acuerdo con lo que me envió el Creador y estoy dispuesto a permanecer así para siempre.

Debo pedir cambiar, no mi estado, sino mi actitud hacia ese estado. Es decir, quiero estar totalmente de acuerdo y no exigir nada más. Si viene del Creador, es todo lo que necesito.

No tengo nada ni ahora ni en el futuro; hay oscuridad total, el mundo se volvió oscuro. A lo que me aferro es a que este estado fue enviado intencionalmente por el Creador, el «bueno que hace el bien», por lo tanto, no espero ningún cambio. No exijo que desaparezca la oscuridad ni mi recepción de logro y comprensión; estoy preparado para permanecer en el estado actual tanto como sea necesario.

Así creo mi grado de Kéter, el Kli de otorgamiento. El grado inferior del superior es Maljut que no tiene nada. Si acepto con alegría este reino del superior (Maljut) en la forma en que se revela: oscuridad y desesperanza, tanto en el presente como en el futuro y más allá del tiempo, se convierte en mi grado de Kéter, el mejor Kli de otorgamiento que brilla sobre mí y me permite seguir el camino.

En todos los grados, hasta el fin de la corrección, debemos anularnos constantemente a cero en nuestro nivel y después desde arriba, recibiremos grados adicionales más altos. Así se entra al mundo espiritual y al primer contacto del inferior con el superior. El superior se convierte en mi primer estado espiritual.
De la 1a parte de la lección diaria de Cabalá 1/jun/19, «El cero absoluto»

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