Adoptar los deseos de otros para sentir y conectarnos con ellos

Si una persona viviera sola, se realizaría a sí misma y nada más,  es decir, si nuestro egoísmo no intentara imitar a los demás e inventar nuevas tareas para sí mismo que le son completamente ajenas, seríamos felices y las cosas serían simples para nosotros. El problema radica en realizar los deseos de los demás, que adopto de ellos con la ayuda de la envidia, el deseo de fama, poder y estos deseos se convierten en los míos.

¡Este es nuestro progreso! Por el hecho de que quiero lo que otros quieren (de repente yo también lo quiero), me desarrollo. Pero estos deseos me son dados para que pueda sentir a los demás y conectarme con ellos, satisfacer sus deseos y disfrutarlos, no adoptar sus deseos para mí y tratar de satisfacerlos. En esto nunca disfruto y nunca encontraré satisfacción.

Cuando adoptamos los deseos de los demás y comenzamos a tratar de cumplirlos dentro de nosotros como «¡Quiero!» es cuando empezamos a cavarnos en la tierra.

Si hiciera lo contrario, si cumpliera estos deseos no en mí mismo, en los demás, en la forma que ellos tienen, en su lugar, ¡sería infinitamente feliz! Me conectaría con todos. Por eso me fueron dadas las cualidades de la envidia, celos, respeto, honor y todas las demás, para que sintiera y cumpliera esos deseos dentro de ellos. ¿Ves lo simple que es todo?

Pero hacemos lo contrario. Este “opuesto”, adoptar las cualidades de otros (envidia, celos) dentro de nosotros, “¿Qué tienen los demás? ¿Y qué hay de mí? ¿Por qué no?» Es una expresión real de egoísmo. Nos da la vuelta en la dirección opuesta a la meta de la creación.

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