Caminar con la vara y la serpiente

Cuando la importancia de la espiritualidad cae ante mis ojos, es como si la vara se cayera de mis manos y se convirtiera en serpiente. Pero estos dos estados están conectados: no podemos levantarnos sin bajar. «Dios hizo uno opuesto al otro». La vara me sostiene y la serpiente me arrastra hacia abajo.

Si la espiritualidad cae ante mis ojos y la elevo, significa que camino con la vara. La naturaleza de la vara es tal que cae constantemente y cada vez tengo que levantarla. La vara cae, la levanto; cae de nuevo, la levanto de nuevo con ayuda de la decena y de la Luz que reforma. Al principio, sólo lo estudiamos teóricamente, pero luego se convierte en un trabajo práctico. Comienzo a trabajar con estas fuerzas, siento que la decena me dan energía, deseo y apoyo para atraer la Luz superior y revelar al Creador.

Esa comprensión tan poderosa ocurre dentro del grupo donde la fuerza de otorgamiento se revela. Con esa presión, exprimimos todo el egoísmo de nosotros mismos y fluye hacia afuera. Queda un recipiente vacío, ya sin deseos egoístas, lleno de Luz de Jasadim.1

Si alguien me humilla, me escupe en la cara frente a todos, ¿qué debo hacer? Si esto sucede en la vida ordinaria, con personas externas sin ninguna conexión con el trabajo interno, debo reaccionar como es lo habitual en este mundo, igual que los demás: defenderme, quejarme, es decir, actuar de acuerdo con la situación. En el mundo externo, debo parecerme a los demás y no parecer extraño.

Sin embargo, si esa conflicto ocurre con un amigo y el amigo me insulta de repente, tengo que aceptarlo todo. No hay espacio para cálculos. El cálculo aquí es lo contrario: todo lo que hacen los amigos es para mi beneficio.

El Creador nos muestra Sus acciones más claramente y debemos volvernos más delicados y sensibles para entender de dónde viene todo. 2

Está escrito, «Cualquiera que sea orgulloso, dice el Creador, ‘Él y yo no podemos habitar en la misma morada'». Orgulloso significa el que piensa que tiene sus propios pensamientos, deseos y acciones, que tiene al  menos algo propio. Pensar que tengo incluso un grano de algo que me pertenece, ya es orgullo.

Nuestro trabajo consiste en anularnos por completo para que no haya nada más que el Creador. Desde este cero absoluto, debemos bajar aún más, hasta el infinito negativo, de modo que todo el trabajo que se requiera después de nuestra anulación completa, no será hecho por nosotros sino por el Creador, de acuerdo a nuestra solicitud.

Resulta que desde más 100 por ciento de egoísmo, descendemos a cero y luego a menos 100 por ciento del egoísmo. De esta manera, revelamos el deseo correcto, el recipiente en el que el Creador se viste y comienza a actuar. Esto se llama la revelación del Creador a los seres creados en este mundo.

Debemos trabajar con nuestro deseo de disfrutar por el otorgamiento, es decir, utilizar nuestro egoísmo al máximo. Al hacer nuestro trabajo, crece nuestro egoísmo 620 veces y logramos un deseo corregido, 620 veces mayor que el original.

Bajamos nuestro egoísmo todo el tiempo, estalla nuevamente y crece aún más cada vez. La Luz que entra en el siguiente grado solo infla nuestro ego. A través de nuestro trabajo, la Luz del infinito entra en nosotros por el bien del otorgamiento, pero inmediatamente caemos y queremos recibir esa Luz por nuestro propio bien. Por lo tanto, la Luz arroja nuestro pequeño egoísmo hasta el grado de la Luz que nos iba a llenar por el bien del otorgamiento y finalmente, es recibida egoístamente.

El siguiente grado egoísta viene de la Luz que atraje por el otorgamiento, pero luego caí y quise tenerla para mí. Esta es la vara y la serpiente: la importancia del otorgamiento cae ante mis ojos y debo levantarla, alto y más alto. Así ascendemos. Por lo tanto, alcanzamos 620 veces más potencia. 620 veces más es el grado de Luz de Maljut a Jojmá.

Es como si infláramos nuestro deseo de disfrutar la Luz superior con una bomba y se expandiera 620 veces. Sólo podemos hacerlo porque estamos en dos estados opuestos: por nuestro propio bien y por el otorgamiento. El Creador no puede dárnoslo ya preparado; sólo lo podemos lograr trabajando en nuestra corrección, con la Torá y los mandamientos. Por lo tanto, está escrito: «No hay un hombre justo en la tierra que haga el bien y no peque». ¿De qué otra manera puede ser más justo si no es porque la Luz superior entró en el deseo de otorgar y lo convirtió en recepción egoísta.3

De la 1a parte de la lección diaria de Cabalá 17/ago/19, Baal HaSulam, Shamati 59, «Acerca de la vara y la serpiente»

1 minuto 52:40

2 minuto 56:30

3 minuto 1:04:50

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