El sol nunca deja de brillar

La sabiduría de la Cabalá habla solamente acerca del deseo. En cuanto a la Luz, no hay gran cosa que decir. Es estática y existe en absoluta quietud. Sólo otorga y tiene sólo esta única propiedad de otorgamiento. Si deseas recibir de ella, entonces tus acciones deben ser semejantes a ella. La Luz no cambia; más bien, es tu deseo que causa que ésta actúe en ti.

Es semejante a una fuente de energía. Puedo acercarme o apartarme, aproximarme desde un punto u otro. Como con el sol, nos puede quemar o lo podemos usar en beneficio nuestro. Y como el sol, la luz es constante absolutamente. Puedes suplicar o clamar, pero no cambiará.

Todas las transformaciones ocurren únicamente dentro de ti, sin importar si lo lamentas o lo agradeces. Según los cambios, recibes los diversos resultados de su efecto. La Luz no cambia. Descubres un campo fijo e inmutable. En la medida de tus cambios interiores, disciernes cómo sentir sus diversos estados. Y sin embargo, eres tú que experimentas las diferencias, mientras que la Luz permanece siendo la misma.

La Luz es como el sol que nunca deja de iluminar. Puedes emplear su energía como te plazca, para producir calor, frío, etc. La energía misma no tiene forma, y eres tu quien la define.

Lo mismo es con el Creador: “El Bien que hace el bien a los buenos y a los malvados”, a todo aquel que lo desee. ¿Él hace el bien también a los malvados? Sí, sí lo hace. Pero, puesto que sus propiedades son contrarias (opuestas) a las del Creador, entonces en la medida de su incompatibilidad con Él, reciben golpes en lugar del bien. Esto les ayuda a tomar consciencia que el egoísmo es malo y eso gradualmente los transforma.

Sin embargo, existe una mejor opción: recibir la instrucción sobre el empleo correcto de la Luz. En consecuencia, la Cabalá nos permite transformarnos bajo el efecto de la Luz, rápida y fácilmente.

(De la cuarta parte de la lección diaria de Cabalá del 20 de septiembre 2010, sobre 600,00 Almas)

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