El sufrimiento mínimo, el máximo placer

Me gustaría hablar de la condición que la Naturaleza pone ante nosotros: Tenemos que alcanzar el amor absoluto entre todos los siete mil millones de personas en el mundo. ¿Es esta condición realmente indiscutible? ¿Somos capaces de cumplirla? ¿Es realmente de tal manera que si nosotros logramos al menos un éxito parcial, si avanzamos en esta dirección, veremos, una y otra vez, que todo es para nuestro beneficio, que esta nos cambia, que cambia nuestro entorno, y para que toda la vida sea mejor?

La esencia de la naturaleza de cada persona es la preocupación por sí misma. La persona es incapaz de pensar en otra cosa. Si analizamos y estudiamos todas nuestras acciones, veremos que nosotros necesitamos energía para poder llevarlas a cabo. Incluso para el movimiento más simple, como cuando cambio mi mano de un lugar a otro, tengo que gastar energía. Sin embargo, esta energía puede aparecer y estar a mi servicio a condición de que al usarla, yo logre algún beneficio para mí.

En consecuencia, tenemos la siguiente condición: Todos los cambios internos dentro de los átomos o moléculas, cualquier movimiento del cuerpo, cualquier movimiento en mis sentimientos y razón, todos requieren que yo vea ese estado beneficioso que resultará de este proceso. Así es como yo me relaciono con todo en mi vida.

Ciertas acciones, yo las realizo instintivamente. Por ejemplo, cuando estoy sentado en una silla, yo no pienso en qué posición sentarme. Durante una conversación, no reflexiono sobre mis inflexiones vocales. En la mayoría de los casos y acciones, todo se lleva a cabo de acuerdo con un cálculo interno. Dentro de mí anida un deseo egoísta de sentirme bien y de experimentar una agradable sensación de bienestar. Esto lo veo como el resultado deseado de todas mis acciones.

La esperanza de una buena sensación funciona constantemente y me asegura en un estado determinado. A donde sea que vaya, sin importar qué estoy haciendo o diciendo, sin importar de qué forma me lleve, todo esto no es más que para obtener los mejores medios posibles para un buen estado.

Yo quiero comer, dormir, o estar en una fiesta. Estoy obligado a trabajar para proveer para mí mismo. Todo lo que hago es sólo para obtener un beneficio. En esencia, toda mi vida se trata de cómo alcanzar el mayor beneficio con el mínimo sufrimiento y el máximo placer para llenarme con todo lo que pueda.

¿Con qué debo llenarme? Esto depende de mi educación, de la influencia de mi entorno, de la escala de valores que he recibido, y del hábito que se convierte en segunda naturaleza. Lo que se me enseñó es aquellos con lo que he aprendido a vivir, incluso si no es natural. Así es como yo vivo, haciendo muchas cosas en mi vida, no porque yo quisiera esto desde el comienzo, sino porque la sociedad, los padres y educadores me enseñaron y me acostumbrados a esto. Como resultado, yo actúo mecánicamente, sin necesidad de la fuerza del pensamiento.

Además, hay otras cosas en la vida. Aquellas cosas a las que me veo obligado, y las cuales requieren un esfuerzo interno, la clase de cosas que yo mismo me convenzo de que valen la pena. Digamos que suena una alarma, y ​​me levanto a pesar de que quiera dormir. Tal vez yo tengo un trabajo difícil y poco interesante, pero aún así sé que después de un agotador día de trabajo, volveré a mi familia y al ambiente cálido y acogedor donde puedo descansar y experimentar buenas sensaciones. Sin embargo, tengo que pagar por estas sensaciones, y es por eso que estoy trabajando como un burro.

Todas mis acciones, todos los contactos con algunas personas y distanciamientos con las demás, en última instancia, están diseñados para crear un ambiente más agradable para mí. Por lo tanto, siempre estoy preocupado por buscar la forma en la que pueda yo sentirme mejor.

Esta es la naturaleza de cada uno de nosotros, y pertenece al grado «animado». En esencia, los niveles inanimado, vegetativo y animado de la naturaleza, siempre aspiran a sentirse mejor, a avanzar hacia un estado cada vez mejor. Les parece a todas las criaturas que este estado será balanceado, que en él no sentirán la presión ni serán empujadas en una dirección diferente, sino que estarán en armonía con lo que se imaginan que puede ser una vida mejor.

Así, resulta que toda mi vida he observado la «ley de sentirse mejor». Esta es la condición en la que existimos, y nuestra naturaleza egoísta constantemente nos dirige hacia ella.

(75593 – Del Kab.tv de «Una nueva vida», episodio 13, 11 de Enero del 2012)

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