Haaretz: “El esfuerzo de Theresa May por erradicar el antisemitismo necesita de nuestra ayuda”

En mi columna regular en Haaretz, mi nuevo artículo: “El esfuerzo de Theresa May por erradicar el antisemitismo necesita de nuestra ayuda

Existe una buena razón por la que el antisemita Henry Ford dijo que hoy haríamos bien en observar nuestra sociedad pasada.

En una valiente y galante declaración emitida hace unos días, la primer ministro de Gran Bretaña Theresa May declaró, “El movimiento de boicot, despojo y sanciones está equivocado; es inaceptable y este partido y este gobierno no tendrá tratos con los que lo suscriben”. En referencia al tratado de Balfour de 1917, en el cual Gran Bretaña se comprometió a ayudar a construir en la tierra de Israel “un hogar nacional para el pueblo judío”, la primer ministro May concluyó,” es una de las cartas más importantes de la historia. Demuestra el rol vital de GB en crear una patria para el pueblo judío. Y es un aniversario que marcaremos con orgullo”. Pero tal vez la cereza del pastel fue su aseveración de que el Reino Unido está por adoptar una definición formal de antisemitismo respaldada internacionalmente es un “paso innovador hacia la erradicación del antisemitismo”.

La primer ministro británica Theresa May prometió dar “un paso innovador hacia la erradicación del antisemitismo”.

Estoy muy a favor de definir el antisemitismo de forma que le permita a todos ver cuál es su postura acerca del asunto. Dicho eso, no podemos ignorar el hecho de que los judíos han sido señalados mediante alabanzas y condenas (usualmente lo último) a través de toda la historia de nuestro pueblo.

El odio hacia los judíos ha estado presente desde el inicio de nuestra nación al pie del monte Sinaí. Ahí, cuando nos volvimos una nación tras habernos comprometido a ser “como un hombre con un corazón”, no todos respondieron de forma favorable a la idea. Aquellos que no la suscribieron comenzaron a odiar a los que sí la aceptaron. Permanecieron fuera del pueblo judío y así comenzó el odio hacia los judíos.

El Talmud (Masejet Shabbat) escribe que el Monte Sinaí “Es una montaña desde la cual Sina’a  [odio] descendió hacia las naciones el mundo”. El libro, Kedushat Levi (Santidad del Levita), especifica, “que el odio vino sólo después de la recepción de la Torá [requiere que nos amemos unos a otros como a nosotros mismos]” y el aclamado Noam Elimelej añade que es llamado Sinaí, es decir “odio”, porque “milagros sucedieron a Israel y Sina’a descendió sobre las naciones del mundo”.

Conscientemente o no, la unidad judía siempre ha sido una espina clavada en los ojos de los no-judíos. Argumentan que los judíos usan los estrechos lazos entre ellos para ganar una injusta ventaja sobre la gente de las naciones que los hospedan. Otros, como Winston Churchill, sentía que el “espíritu corporativo, el espíritu de su raza y fe”, como lo citó Martin Gilbert en Churchill and the jews, tiene un papel especial en el judaísmo. Churchill creía que este espíritu corporativo le da a los judíos un “poder especial que… ninguna otra cosa le daría”.

Por los pasados 2,000 años, desde la ruina del Templo, nosotros los judíos no hemos observado nuestro voto de amar a nuestros prójimos como a nosotros mismos. Aun así, el odio hacia nosotros ha permanecido y por una muy buena razón. Cuando nos convertimos en una nación por nuestra unidad, se nos dio la tarea de ser “una luz para las naciones” para transmitir ese “espíritu corporativo” especial al mundo. Como escribí en Por qué la gente odia a los judíos, incluso si no nos lo dicen en nuestras caras, el hecho de que ni practicamos ni transmitimos ese espíritu, es la razón del odio hacia nosotros.

Cuando los tiempos son buenos, el antisemitismo permanece a la sombra. Pero cuando comienzan los problemas, resurge y los judíos sienten el fuego.

Así como cambian las crisis, también cambian las acusaciones. En el transcurso de los años, hemos sido acusados de todo lo que puedas pensar y más. Hemos sido culpados por manipular los medios para nuestras necesidades; hemos sido acusados de usura, acusaciones sangrientas, envenenar pozos, dominar el comercio de esclavos, deslealtad hacia los países que nos hospedan, tráfico de órganos y propagar el SIDA.

Esperen, se pone mejor: Los judíos a menudo somos acusados de “crímenes” en conflicto. Los comunistas nos acusaron de crear el capitalismo; los capitalistas nos acusaron de inventar el comunismo. Los cristianos nos acusaron de matar a Jesús y el filósofo francés, François Voltaire, nos regañó por inventar el cristianismo. Hemos sido etiquetados como belicistas y cobardes, racistas y cosmopolitas, sin carácter e inflexibles y un largo etc.  

La única conclusión que podemos extraer de lo anterior es que somos los culpables de todo lo que está mal en el mundo. Como el profesor de estudios del Corán, Imad Hamato lo expresa: “Incluso cuando los peces pelean en el mar, los judíos están detrás”. Si bien es tentador menospreciar esas declaraciones como demagogia, no debemos ser tan temerarios; reflejan las verdaderas emociones de la gente hacia nosotros. El aislamiento internacional de Israel y los descorazonadores resultados de la encuesta internacional de la ADL acerca del antisemitismo prueban que el odio hacia los judíos no es un capricho; es la tendencia principal. La señora May, me duele admitirlo, está en la minoría.

Sir Winston Churchill creía que el espíritu corporativo de los judíos les da un “poder especial que ninguna otra cosa le daría.

El balón está en nuestras manos

La buena noticia es que el balón está en nuestras manos. Si queremos abolir el antisemitismo, podemos hacerlo. De hecho, somos los únicos que podemos. Cuando la maldad de la naturaleza humana toma el timón, la gente busca la cura. Sin embargo, no la encontrará porque esa cura es la unidad que nuestra nación logró al pie del monte Sinái y se esforzó por mantener hasta que la perdimos hace cerca de dos milenios. La memoria de la unidad aún está enterrada profundo en nuestro interior y no podemos “encenderla” a voluntad. Sin embargo, esa es la cura para la naturaleza humana, que la humanidad busca y muy en lo profundo o incluso abiertamente, lo saben y nos lo exigen.

El antisemita más notorio en la historia de EUA, Henry Ford, reconoció el rol de los judíos en su libro, El judío internacional-el principal problema del mundo: “los reformadores modernos, que construyen modelos de sistemas sociales, harían bien en observar el sistema social bajo el cual los primeros judíos fueron organizados”. Ford no se detuvo ahí. En lo concerniente a la importancia de la antigua sociedad judía, añadió que los judíos son “una raza que se ha preservado en virilidad y poder observando esas leyes cuya violación ha mestizado tantas naciones”.

Para entender realmente lo que Ford sentía, no necesitamos buscar más allá de nuestras propia fuente. El Libro del Zóhar escribe (Aharei Mot), “Y ustedes, los amigos que están aquí, como estuvieron en armonía y amor antes, en adelante no se apartarán… y por su mérito habrá paz en el mundo”. En Tikkun (corrección), número 30, El Zóhar, en una de sus declaraciones más evidentes acerca de la responsabilidad del pueblo de Israel, de forma inequívoca asegura que cuando no estamos en “bondad y amor”, como acabamos de leer, causamos “pobreza, ruina, hurtos, asesinatos y destrucción en el mundo entero”. En realidad, como dice el Talmud en Masejet Yevamot: “Ninguna calamidad viene al mundo sino por causa de Israel”.

A la luz de lo anterior, es fácil entender las conmovedoras palabras en la carta del primer Rabino de Israel, Rav Kuk, que celebró la declaración de Balfour: “Cualquier disturbio en el mundo viene sólo de Israel. Ahora somos llamados a completar nuestra gran misión de forma voluntaria y atenta: nos construirnos nosotros mismos y el arruinado mundo junto con nosotros”. Rav Kuk sabía que sólo si restauramos la unidad, nosotros y el mundo tendremos paz. En Orot Kodesh [Luces de Santidad], escribió, “Debido a que fuimos arruinados por el odio infundado y el mundo fue arruinado con nosotros, seremos reconstruidos por el amor infundado y el mundo será reconstruido con nosotros”.

Los sorprendentes beneficios del odio

El más notorio antisemita en la historia de EUA, el industrial Henry Ford: “Los reformadores modernos harían bien en observar el sistema social de los primeros judíos”.

El antisemitismo es en realidad odio a los judíos. Sin embargo, como El Zóhar, el Talmud y todos nuestros sabios a través de todas las generaciones nos han venido diciendo, no somos odiados simplemente porque somos judíos, sino porque estamos divididos y por lo tanto no actuamos como “una luz para las naciones”.

Habiendo dicho eso, debemos saber que el odio entre nosotros no es nuestro problema; es en realidad necesario para nuestro éxito. Si no nos odiáramos, no podríamos servir como modelo a superar las divisiones. Sólo cuando nos elevamos por encima de nuestro odio podemos ser ejemplo. Eso es lo que el mundo necesita desesperadamente pero no puede encontrar. Nosotros, que somos portadores de los recuerdos de nuestro triunfo en unirnos por encima del odio, somos la única esperanza del mundo. Por lo tanto, cuando no estamos a la altura de las esperanzas de las naciones, nos odian.

Mientras más se deteriora el estado del mundo en los niveles personal, social, nacional e internacional, más antisemitas se vuelve la gente. En una entrevista para el canal 2 en Israel, Thomas Friedman del New York Times dijo que recientemente le preguntó al cirujano General Vivek Murthy, “¿Cuál es la enfermedad predominante en EUA, cáncer, diabetes, males cardiacos? Él dijo, ninguna de esas; es el aislamiento’”. Parece que las personas simplemente no soportan estar unas con otras.

Aun así, si los judíos nos unimos por encima de nuestras divisiones y animosidades, el mundo, que constantemente examina nuestros movimientos, encontrará que existe una alternativa al odio. Si no no odiáramos, no podríamos de servir como prueba de que podemos elevarnos por encima del odio. Pero ahora que el mundo está en un profundo odio y somos odiosos unos a  otros, este es nuestro tiempo para hacer brillar la luz de la unidad.

“Al corregirse Israel”, escribe el libro Sefat Emet [Palabras de Verdad], “toda la creación lo sigue”. Y como dijo Baal HaSulam, “Depende de la nación israelí calificarse a sí misma y a todos los pueblos del mundo para desarrollarse hasta que asuman sobre ellos mismos el sublime trabajo del amor a otros, el cual es la escalera hacia el propósito de la Creación”, para que toda la humanidad sea “como un hombre con un corazón”.

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