La humanidad ha estado desarrollando su sistema educativo durante miles de años y consiste de dos partes:
Educación (mente, intelecto, cerebro): un niño aprende una profesión para el futuro, puesto que no puede ir por la vida sin ésta.
Formación (sentidos, corazón): en ausencia de un proceso que moldea al niño para convertirse en un ser humano, la educación tiene el poder de dañar en lugar de beneficiar.
Incluso cuando el joven está aprendiendo una profesión, no debe recibir explicaciones hechas, listas para usarse, fórmulas, soluciones ni nada de ese tipo; no debe recibir nada en su forma terminada. Primero, necesita discutir probar y analizar el tema para, en última instancia, revelar la verdad por sí mismo, sintiendo la emoción del descubrimiento. Esta modalidad lo inspira. En forma independiente logra llegar a las conclusiones que el maestro desea.
El estudio de la Torá siempre se ha desarrollado en forma de discusiones que permiten el intercambio de opiniones. Al estudiante se le confunde intencionalmente, motivándolo a investigar como tarea. Eso lo obliga a buscar una solución puliendo sus argumentos propios. A la larga, en el proceso de desarrollo, domina el problema, al mismo tiempo que «se le abre el libro» y comprende lo que está escrito.
Un libro debe obligar al niño a desarrollarse. Él necesita descubrir la fórmula siguiendo los pasos de un investigador.
Una persona debe alcanzar el conocimiento -no que se lo den- que es lo que está sucediendo en la actual tendencia de la educación
En este sentido, el Talmud es un ejemplo excelente de un verdadero libro de texto. Después de todo, lo estudiamos para desarrollarnos y no para memorizarlo,
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