Mina de diamantes

Tras elevarnos del polvo, construimos un diamante de la arena y otra vez caemos en el polvo, incluso más profundo que antes, para elevarnos a una altura incluso más grande. Así es cada vez, mientras más profundo caemos, más alto nos elevamos. La amplitud crece más y más, esta es una señal de avance, como está dicho: “El que es más grande, tiene un egoísmo más grande”. 

Tan pronto como convertimos el polvo en diamante, comienza el siguiente descenso a un estado incluso peor. En realidad, gracias a nuestra compresión, ganamos fuerza, entramos en contacto con el estado espiritual y tenemos oportunidad de trabajar abajo, profundizar en nuestro deseo egoísta, más hondo, como una excavadora y construir un diamante, más fuerte y valioso, del polvo más profundo. 

Lo principal, nos sentirnos incluso más conectados con los otros y estaremos preparados para el siguiente descenso y para el nuevo trabajo. Todo el trabajo consiste en elevar una plegaria al Creador, desde abajo, con la petición de que nos eleve. 

El Creador nos baja hasta el suelo, junto con nuestros amigos, como mineros en la mina y sentimos que estamos en las profundidades de nuestro deseo de placer. Todas nuestras relaciones son egoístas; el egoísmo se interpone entre nosotros y nos mantiene en un calabozo. Y si nos comprimimos una vez más dentro del elevador y le pedimos al Creador que nos eleve por encima de la superficie de la tierra, de regreso a la luz, al aire fresco, bajo el sol, en libertad. 

Ahora sabemos lo que es estar dentro de nuestro deseo por placer y lo que es elevarnos por encima de él. Será como una mariposa que surge de su crisálida. El niño también pasa por una camino difícil en el canal de nacimiento, hasta que nace en este mundo. Nuestro trabajo es de día y de noche, en el polvo, en un esfuerzo por elevarnos.
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De la 2a parte de la lección diaria de Cabalá 22/abr/20, lección sobre: “Fe por encima de la razón”

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