¿Somos dignos de ser la corona de la creación?

Cuando investigamos la naturaleza, nos sorprende su sabiduría, integridad, regularidad e infinita profundidad, que en cada célula y átomo revela la interrelación de todos sus niveles —inanimado, vegetativo, animado y humano— que se comunican entre sí en las esquinas distantes del universo.

La naturaleza es tan grande y perfecta que ni siquiera podemos comprenderla porque somos solo su pequeña e insignificante obra.

Pero, ¿por qué el hombre debería ser la corona de la creación, el más complejo e inteligente? ¿Por qué, a pesar de nuestra mente, sentimientos y posibilidades altamente desarrolladas, somos tan malos, imperfectos y frívolos? ¿Por qué desperdiciamos nuestras vidas y lo envenenamos para otros y para nosotros mismos? Existe una extraña contradicción entre nuestro alto potencial y nuestras humildes hazañas.

¿Por qué es tan malo el hombre que disfruta cuando los demás se sienten mal? Si somos los seres más desarrollados, ¿no deberíamos ser perfectos, los más generosos y nobles? Por el contrario, cuanto más compleja es la creación, es peor.

¿Cómo puede una creación maligna salir de un buen Creador? Es una contradicción, especialmente cuando vemos cuánta sabiduría hay en la naturaleza. Y el hombre también proviene de la misma fuente. ¿Por qué su gran inteligencia y fuerza están acompañadas de tal maldad, egoísmo y deseo de conquistar y pisotear a otros? ¿Cómo puede esto mezclarse?
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De la 3ra parte de la lección diaria de Cabalá 11/ene/18, Escritos de Baal HaSulam, «Introducción al Libro del Zóhar«, punto 26,

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