Todos los días de mí vida…

laitman_2010-02-02_2071[1]Todo depende del deseo, todo se revela dentro de él. Por eso, solamente necesitamos el deseo organizado y formado correctamente, orientado hacia la meta.

Para moldear nuestro deseo y darle la forma correcta y preparada para el relleno del Creador, Él juega con nosotros, escondiéndose y revelándose. El hombre no siempre discierne este juego que ocurre con cada uno de nosotros en forma constante, hasta la corrección final de cada uno.

Todo el tiempo se requiere discernir que todo el mundo es sólo la manifestación del Creador en diferentes formas: enemigos y amigos, molestosos y ayudantes, cercanos y lejanos, compañeros y absolutamente desconocidos.

Todo —personas, minerales, plantas, animales, pensamientos y deseos— llega del Creador que juega con el hombre, acercándose y alejándose. La única excepción es el punto de mí «yo», el punto de la observación, desde el cual el hombre quiere crecer para hacerse semejante al Creador.

El Creador se acerca y se aleja sólo con una intención de empujar al hombre, como está dicho: «La Luz Superior empuja y excita los deseos».

Si a pesar de estar desequilibrado todo el tiempo, el hombre aspira con todas las fuerzas a mantener el pensamiento que todo esto proviene del Creador —ya que «No hay nadie más aparte de Él» y el Creador es indudablemente «Bueno que crea el bien»—, los deseos del hombre se expanden.

Si el hombre realmente se mantiene con todas las fuerzas impidiendo la desconexión del pensamiento y la sensación de que precisamente es el Creador el que hace con él todas las acciones, sabe cómo usar correctamente cada minuto de la vida.

Ya que cada enemigo en realidad no es un enemigo, sino un ayudante para adherirse al Creador aún más fuerte, en los estados extremos.

Así el hombre puede avanzar hasta que alcanza un estado tal que está preparado para todo y puede sostenerse de pie contra todo, sólo para no alejarse del Creador. Y sólo sobre esto él pide.

Para ello no es importante lo que pasará en su vida. Él ruega sólo por una cosa: «Estar en la casa del Creador todos los días de mí vida». El hombre justamente se alegra de todos los obstáculos que expanden sus deseos.

En estos obstáculos él ve ejercicios esenciales que el Creador le envía con amor y que  sólo espera por la preparación del hombre para revelarse a él.

Así la persona avanza hasta que termina todo este proceso llamado ocultación o el período de la preparación, y de «Lo Lishma» alcanza «Lishma«.

Cuando el Creador ve que el hombre terminó todo este proceso, Él se revela, y «la huida (Baraj) del Creador se convierte en la bendición (Baruj)».

(Extracto de la preparación para la lección según el artículo 10 del libro Shamati, correspondiente al 22 de marzo 2010).

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