Al otro lado del mar final

Pésaj es una fiesta extremadamente importante, un estado subyacente a todo el desarrollo espiritual del hombre. Pésaj significa transición, es decir, dejamos un lugar y entramos en otro; hacemos la transición del deseo de recibir por nuestro propio bien al deseo de recibir por el bien del otorgamiento.

La dirección de este deseo cambia: otorgar al prójimo y, a través de él, otorgar al Creador.

Por eso Pésaj es tan importante. Forma la base del hombre espiritual. Si una persona se sienta atraída a aprender más sobre esta fiesta, puedes sentir una sólida base espiritual en ella.

El deseo de llegar a ser como el Creador se expresa en nuestra demanda a Él para que corrija nuestro deseo egoísta: por su restricción, por la pantalla que no nos permite usar el deseo en beneficio propio y por su transición gradual hacia el deseo de otorgar.

Todo sucede con ayuda de la luz que reforma llamada luz de Pésaj. Es la fuerza superior que nos llega y así como el adulto toma al niño de la mano y lo conduce, la luz nos lleva de nuestro deseo egoísta al deseo de otorgar. Esta transición se llama éxodo de Egipto.

No hay nada más importante en el desarrollo espiritual que salir de Egipto. Por eso, todas las acciones posteriores de otorgamiento se basan en el recuerdo de haber dejado Egipto, es decir, fueron posibles porque hicimos la transición del ego al otorgamiento.

Esta acción es causada por la luz que reforma, que es una iluminación especial del Creador, que influye en nosotros cada vez más y hace que crezca nuestro deseo otorgar. Comenzamos a sentir la falta de importancia de este mundo, aunque parece que lo tenemos todo para nuestra satisfacción egoísta. Pero queremos algo más.

Aún no sabemos lo que nos falta, pero nos estamos acercando al deseo de otorgar. Así, el Creador, desde lejos, nos acerca a Él. Dentro de nuestro ego Él hace crecer el brote del deseo de otorgar, una forma dentro de otra.

Así, aprendemos a atraer la luz que reforma y así veremos su acción en nosotros: que anula el deseo egoísta, lo restringe y lo dirige al otorgamiento. En ese lugar, en el deseo, buscamos la satisfacción egoísta, que ahora queremos llenar con altruismo.

Es como el niño que crece. Cuando es pequeño, toma todo para sí mismo. Pero cuando crece, comprende que al conectarse con los demás podrá realizarse más y al dar a alguien a quien ama, siente plenitud. Incluso en este mundo encontramos que es posible disfrutar cuando damos. Así, poco a poco, el hombre crece del nivel animal al humano.

Salir de Egipto, del ego al deseo de otorgar, es el inicio del verdadero desarrollo espiritual del hombre. Por eso, es un proceso muy difícil y largo y hasta que lo pasa en todos los detalles que se le asignaron, de acuerdo con la raíz de su alma, no será digno de salir de Egipto.

En esencia, la humanidad pasa por estas etapas de desarrollo. Para eso existimos en este mundo. Pero hay gente que ya sintió la necesidad de conocer la raíz de la vida, su raíz espiritual. Sólo tenemos que hacer realidad nuestra salida hacia la espiritualidad: terminar todo el proceso de desarrollo en Egipto, en nuestro deseo egoísta, odiarlo, es decir, darnos cuenta de su maldad y rezar al Creador.

Y el Creador actuará sobre nosotros con una luz especial, una fuerza que puede sacarnos del ego y llevarnos al otorgamiento. Si nos unimos para ser una nación, un grupo, saldremos de nuestra intención egoísta y sentiremos que nos estamos elevando por encima, hacia la fuerza del otorgamiento. Luego comenzaremos a experimentar el mundo espiritual más allá de Egipto, más allá de las aguas del Mar Final.
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De la lección diaria de Cabalá 10/mar/21, «Pésaj«

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