El aterrizaje final del ego

En cierto modo, siempre hemos sabido qué hacer y a dónde ir. La naturaleza siempre nos ha empujado desde atrás: Quisimos evolucionar, hacer más y expandirnos, desarrollar la ciencia y la tecnología, todo lo que pudimos.

Hoy no queremos nada. Nos quedamos atrapados, nos silenciamos. Nuestro ego, que en la historia fue la fuerza motriz de la humanidad, ha dejado de funcionar. Este no evoca deseos o impulsos en nosotros, no nos empuja hacia adelante. Hemos atravesado muchos cambios en la sociedad, nos hemos desarrollado, hemos construido, creado, y hecho revoluciones. La humanidad ha tratado constantemente de hacer algo, de seguir adelante. Estuvimos buscando.

Hoy en día no hay búsqueda. No existe un paradigma de pensamiento, ningún plan preciso, claro de lo que queremos y de la dirección hacia la que debemos desarrollarnos. Esto es lo que caracteriza nuestro tiempo.

El principal problema es que esto se aplica a todo el mundo. Nunca hubo algo como esto en la historia. Todos los países y continentes: Oceanía, Asia, América del Norte y del Sur, Europa, el Lejano Oriente, Japón, China y África, todos se han desarrollado según su propia manera, a su propio ritmo y no dependen el uno del otro.

De repente nos hemos vuelto tan dependientes que este problema se ha vuelto global. Nos encontramos en un mundo donde todo está mutuamente conectado. Nosotros no lo queremos, pero la conexión mutua es tan fuerte que se manifiesta a diario y nos afecta prácticamente a cada uno de nosotros. Si algo sucede en algún lugar del mundo, sin duda y de inmediato se refleja en nosotros. Vemos lo que está sucediendo en los mercados de valores en Nueva York, Tokio, Alemania, o Frankfurt, lo que está sucediendo con el petróleo o los metales…. Si hay un terremoto, un huracán o un volcán que hace erupción en alguna parte, este se refleja en todo el mundo. Estamos en un mundo tan cambiante que no podemos ni siquiera imaginar lo que debemos hacer a continuación.

Si trazamos una gráfica simple del desarrollo del ego en un eje de tiempo, veremos que solíamos desarrollarnos más o menos uniformemente. Sólo en el siglo 20 nuestro ego ha crecido muy fuertemente. Hemos hecho un gran avance en todos los aspectos de la vida: en la tecnología, la educación y la crianza, en el desarrollo de las tierras y en la conquista del espacio. De repente nos encontramos en un «aterrizaje». Hemos alcanzado el máximo de nuestro ego, y éste ya no nos empuja hacia ningún lugar. Hemos llegado a este estado desde finales del siglo pasado.

Este es un problema muy serio, con el cual han estado tratando los grandes hombres y las grandes mentes. Pero hoy estamos empezando a investigarlo y a entenderlo, y estamos empezando a darnos cuenta de lo que ha sucedido.

(73550 – De la Convención en Vilna del 3/22/12, Lección Preliminar)

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