El egoísmo es el rey sin corona

El Creador creó las criaturas con el fin de otorgarles bien porque su naturaleza es la bondad. En virtud de Su perfección, Él tiene la propiedad de otorgamiento y quiere llevarnos a la misma perfección, el mismo otorgamiento, pero debemos querer este otorgamiento, sentir la necesidad de ello.

La necesidad se siente sólo a partir de la carencia de ello, de su opuesto. Siento que necesito algo que no tengo; quiero ser alguien más, no yo. Esta diferencia es llamada la necesidad. Esta necesidad viene no del Creador sino de la criatura misma, esta es llamada aspiración.

Para llegar a la aspiración, es decir, para llegar a un deseo consciente, necesitamos ejercer un esfuerzo. Si trabajamos para alcanzar algo que ya conocemos, esto es llamado «trabajo dentro de la razón». Si trabajamos para adquirir alguna recompensa que no nos queda clara, esto es llamado «trabajo por encima de la razón», es decir, en contra de la mente. Es por eso que nuestro trabajo es aspirar a ese estado que debemos lograr. Para permitirnos desarrollar esta aspiración, somos confundidos por la impresión de que queremos alcanzar el llenado.

Sin embargo, en realidad, debemos adquirir la equivalencia de forma, y esta es una meta completamente diferente. Sentimos la necesidad de llenarnos. Cada uno hace lo mejor que puede, según el grado de sus propias habilidades, para realizarlo en los niveles inanimado, vegetativo o animado, pero el llenado verdadero es llamado «humano» y no es simplemente satisfacer nuestro deseo. El deseo en el nivel humano es llenado por una sensación de similitud con el dador, similitud con el Creador.

Esto es llamado la Luz, llenado. Mientras más sea yo como Él, más grande es la sensación de llenado. Esto ya no es un poco de luz, sino toda la Luz de NRNHY (Nefesh, Ruaj, Neshama, Jaya, y Yejida).

Nuestra tarea es buscar este llenado, imaginarlo y desearlo, y descubrir la metodología que nos permite acercarnos a este. En lugar de buscar contento para tu cuerpo animal por vía de varios placeres más allá de lo necesario, necesitamos aspirar a satisfacer al humano dentro de nosotros mediante el otorgamiento, la similitud con el Creador.

Pido hacerme similar al Creador, Lo revelo. Si pido satisfacer el animal dentro de mí, entonces, dependiendo del nivel de mi desarrollo, usualmente obtengo el efecto opuesto con el fin de dirigirme hacia el propósito de la creación.

Es por eso que la persona siempre está entre dos fuerzas que lo llevan a una meta: la fuerza de santidad y la fuerza impura, egoísta. Ambas operan en la persona y la dirigen, pero usualmente, nos dirige la inclinación al mal porque nuestra naturaleza nos fuerza constantemente a buscar el llenado egoísta. A través de todo tipo de conmociones, decepciones, y ajustes desagradables, nos mantenemos en la dirección correcta, y así, avanzamos.

Por lo tanto la fuerza impura es llamada «El reino sin la corona» porque esta no aspira a alcanzar la abundancia real y sólo quiere llenarse a sí misma. Esto confunde a la persona y cultiva su deseo egoísta junto con su sensación de vacío e impotencia.

Gradualmente, junto con esta sensación, nuestra mente comienza a crecer. Eventualmente, la persona ve que sus deseos, así como su mente, han crecido debido al hecho de no haber recibido lo que deseaba por un largo tiempo, y ahora finalmente ve que este no es el camino de avance. Ve que debe ir por un camino diferente. Así, a través de la fuerza «opuesta», avanzamos hacia el propósito de la creación.

(53602 – De la 1º parte de la lección diaria de Cabalá del 9/04/2011, Shamati # 17)

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