La medida de libertad

No hay nada más importante que la libertad. Cuando estoy en cadenas, cuando alguien me controla, no importa quién es en particular. No hace ninguna diferencia para mí si se trata de la naturaleza, o del Creador, o de la fuerza superior, o Dios. No me importa si Él tiene una mente y sentimientos, o si por el contrario, no tiene rostro y es indiferente. Esto no es lo que importa.

Cuando estoy en manos de alguien o algo, yo no existo. Mi «yo» no existe. Sólo hay cierta sensación de estar bajo el poder total de una fuerza de un orden superior.

Cualquier tema del que hablemos tiene su propia esencia ante nuestros ojos. Este existe por sí mismo. Incluso si se trata de una silla o de una casa nosotros le atribuimos una existencia independiente. Subconscientemente las personificamos. Por ejemplo, nos enojamos con un computador congelado o con un automóvil dañado. Nada tiene valor ante nuestros ojos sin un cierto matiz de independencia.

Así, la noción de libertad es fundamental. Nosotros percibimos las cosas sólo si las vemos como independiente, como existentes por sí mismas. De lo contrario, simplemente no las distinguiríamos, nosotros no las reconoceríamos. Yo le atribuyo independencia a las cosas. Según la medida de esta independencia, estas adquieren peso y significado para mí, hasta el punto de convertirse en una fuente de amenaza o de placer. Yo peso todo en el mundo según la escala de la libertad. Sólo entonces puedo reconocer y formar una actitud correspondiente.

Esta individualidad de las cosas, personas y fenómenos, varía de acuerdo a mis gustos y escala de valores. Por sobre todo, la noción de libertad constituye el fundamento de mi existencia. Esta, forma mi visión del mundo. Nada entra en mi campo de visión sin este parámetro.

Por ejemplo, en la vida, cierta persona se vuelve de repente importante para mí porque ante mis ojos, yo le atribuyo individualidad, libertad, una opinión personal, poder y la capacidad de influir en mí. Por otro lado, cuando alguien pierde el «halo» de libertad, importancia e influencia ante mis ojos, esta se mueve a un lado o deja el cuadro de mi realidad por completo. Así que la libertad es un concepto muy significativo e importante.

Esto también se refiere a mi propia libertad. Cuando yo dependo de alguien o algo por completo, al cien por ciento, simplemente no existo. Al igual que en situaciones similares en las que no veo a los demás y tampoco me veo a mí mismo, es decir, cuando estoy plenamente sujeto al deseo de otro, por ejemplo, en prisión o en cautiverio.

Sin embargo, si vamos aún más lejos, si reconocemos que la fuerza superior o la naturaleza controla todas mis células y sistemas fisiológicos, todos mis pensamientos y deseos, cada respiración, si no existe nada mío dentro de mí, nada que no provenga de algún lugar por fuera de mí, entonces yo no existo. Ni siquiera pertenezco a alguien, porque para estar sujeto a alguien, necesitarías existir. Sin embargo, en el caso de la sumisión absoluta, nada propio quedaría.

Hasta aquí nos trae el criterio de la propia existencia en sí misma. Esta se origina en el Creador quién siendo singular y único, nos creó y nos dio la sensación de esa misma singularidad. Cada uno de nosotros se evalúa a sí mismo y a los demás sólo de acuerdo con esta medida. De esta manera, pesamos y distinguimos los detalles de la realidad de acuerdo con la presencia del Creador en ellos, la fuerza que les da singularidad e independencia a todos. Es por esta razón que la naturaleza es un concepto básico.

Sin embargo, entonces surge una pregunta razonable. Cuando me esfuerzo por la perfección, me vuelvo como la fuerza superior en un cien por ciento, lo que significa que llevo a cabo su voluntad de manera precisa. Yo me vuelvo esclavo del Creador. Pierdo todo lo que tengo, renuncio a mí mismo y restrinjo mi deseo. Mi intención es sólo otorgar. Estoy listo para hacer todo lo que el Creador desee. Pero ¿no anulo yo mi singularidad, mi libertad de esta manera?

Los cabalistas dicen que no, por el contrario, esta es la forma de adquirir su libertad e individualidad. En este momento, solo tienes un pequeño punto de libertad y de singularidad. Entonces, adquieres una imagen completa del Creador que parte de Él, y que se inviste en esta. La única manera de alcanzar la libertad absoluta es adquiriendo las cualidades del Creador partiendo de Él, desde Su imagen.

En otras palabras, aun mi intención altruista y semejanza con el Creador, vienen de mi deseo egoísta. Al final, yo estoy compuesto por dos opuestos: en el interior está el egoísmo, el deseo de recibir, y en el exterior, la intención de otorgar al Creador. Es por eso que yo no desaparezco.

Debemos entender que nuestro egoísmo nos salva de desaparecer. Mientras asciendo la escalera espiritual, mi egoísmo crece en la izquierda, y es opuesto al Creador. La intención por el bien de otorgar, que es similar al Creador, crece en la derecha. Yo adquiero Sus cualidades a través de este contraste. Yo las adquiero de forma independiente, personal, y sin disolverme en Él.

Este es el regalo que el Creador nos ha dado: la oportunidad de existir de forma independiente. De esta manera, adquirimos gradualmente la independencia en nuestro desarrollo espiritual. En comparación con ella, nuestro estado actual es llamado «muerte», «inexistencia», mientras que al alcance espiritual y la superación se le llama vida. La Luz que Reforma es llamada la Torá. Esta es la salvación del «ángel de la muerte».

(63028 – De la 4º parte de la lección diaria de Cabalá del 12/13/2011, «La Libertad»)

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