La Cabalá no añade sufrimiento a una persona, sino más bien le revela su verdadera condición. Es similar a alguien que visita a un médico, y una radiografía detecta un problema que requiere cirugía. Obviamente, el paciente no culpa al médico, pero le agradece por encontrar la enfermedad.
Al mismo tiempo, el médico no sólo diagnostica la enfermedad de la persona, también informa al paciente sobre «todos los recursos necesarios para curar la enfermedad». Es porque todo existe en la Luz, y todo lo que uno necesita hacer es clarificar que esta deficiente o dañado. Tan pronto como una persona lo aclara, inmediatamente recibe un remedio y se recupera poco tiempo después.
Con los medios disponibles para nosotros, debemos descubrir nuestros puntos débiles en relación con el Creador (la Luz). Es por eso que necesitamos la Luz para trabajar como un Rayo X, que nos muestra lo que está mal y, en particular, lo que no se ajusta a él. Así es como debemos examinar nuestro cuerpo entero.
Si lo hacemos por medio de la Luz, vamos a aclararnos y corregirnos a nosotros mismos simultáneamente a través de la Luz de AB-SAG (la Luz destinada a encontrar lo malo y transformarlo en bueno). Por lo tanto, avanzamos con placer y satisfacción. Si no tenemos un Rayo X disponible, entonces cada célula de nuestro cuerpo alcanza una condición casi letal, y padeceremos un terrible sufrimiento hasta que comenzamos a darnos cuenta de que tiene necesidad de corrección y cómo lograrlo, que sólo es desde dentro de nosotros mismos, cambiando nuestra actitud hacia el mundo.
El método de la Cabalá revela nuestra aflicción más rápido, haciendo posible corregirla de inmediato. Tenemos el dispositivo en nuestras manos que nos ayuda a descubrir nuestros problemas, que estuvo allí todo el tiempo pero oculto a nosotros desde antes de haber ninguna esperanza de curación.
(22310 – De la cuarta parte de la lección diaria de Cabalá del 1 de septiembre 2010, sobre Introducción al Libro, Panim Meirot uMasbirot.)
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