Una cálida cena

thumbs_laitman_549_01Baal HaSulam, «La Paz»… cuando todos los problemas, afanes y angustias que nos acontecen a través del tiempo nos parezcan como un anfitrión que en gran medida se esfuerza por preparar una gran fiesta para los invitados. Y él compara la meta prevista, que finalmente debe revelarse en la fiesta, cuyos invitados asisten con gran deleite. Por eso, él dice, «y el juicio es verdadero, y todo está listo para la fiesta».

Por lo tanto, hay una comida y a los invitados se los debe invitar. Los invitados deben tener buen apetito, es decir que deben tener hambre y una deficiencia lo suficientemente grande como para que coincida con el deseo del huésped. Él ha preparado todo para ellos, pero el problema es que los invitados no pueden ser indiferentes a la comida, sino que en realidad deberían querer este llenado. Su deseo debe revelarse en ellos en forma independiente, de acuerdo con su libre albedrío.

Nosotros sabemos cuán desagradable puede ser el tener hambre si no hay comida a la vista. Sin embargo, no debemos ver la comida con antelación ya que, si la vemos, con ellos disminuimos nuestro apetito y podríamos llegar a la mesa sin la preparación adecuada, sin un anhelo real, lo cual es lo más importante.

Por lo tanto, el inferior tiene que hacer algo con el fin de prepararse para la comida. Se trata de una preparación muy minuciosa y «astuta». No es el anfitrión, quien despierta al huésped, sino que es el propio huésped quien prepara todas las deficiencias necesarias con el fin de saborear con gusto todas las delicias que el anfitrión ha preparado para él. Es más, él debe comer sólo en aras del anfitrión y no por su propio bien.

Nosotros no debemos usar nuestro apetito de manera natural. No debemos llenarnos con los placeres a los cuales está acostumbrado nuestro ego. En primer lugar, debemos pasar a través de toda una serie de correcciones graduales, hasta que el invitado se eleve al mismo nivel del anfitrión. Allí, ya no se trata de una comida. Ésta ya no está en el primer lugar, sino que desaparece. El espíritu de ustedes está por encima de la comida y es independiente de la comida que se sirve.

El ser creado debe pasar por una serie de cambios graduales en su deficiencia. En primer lugar, él anhelaba placeres materiales menores sólo para su propio bien, totalmente separado del anfitrión. Durante la primera fase, hubo una necesidad por los más simples modelos de placer y sufrimiento, a fin de empezar y experimentar esta sensación.

Más tarde, sin embargo, la aclaración se dirige a un nivel más elevado y no sólo con el fin de recibir los refrescos del anfitrión que los sirve. Nuestra relación se vuelve más personal y surgen nuevas preguntas por encima de la cuenta de tomar y recibir, y se revelan las nuevas capas.

Sólo son los huéspedes quienes se desarrollan, por supuesto, hasta que la persona siente que simplemente debe devolverle el favor al anfitrión, puesto que de lo contrario, arderá de vergüenza.

Luego, resulta que el problema no es anular vergüenza en absoluto, aunque está muy bien que la sienta, dado que, gracias a ella, yo puedo sentir mi otorgamiento al anfitrión y disfrutar de ella mucho más que cualquiera platillo que esté sobre la mesa. Sin importar cuanto haya, esto es sólo en el nivel de Nefesh, y la oportunidad de darle contento al anfitrión ya está en el nivel de Ruaj.

Posteriormente, yo recibo los refrescos de él, pero sólo por su bien, y esto ya es el nivel de Neshama.

Sin embargo, aun así yo siento el resultado dentro de mí, mientras que el verdadero otorgamiento tiene que ser incondicional, puro y sin ninguna demanda de una recompensa. Simplemente quiero otorgar, elevarme por encima de cualquier resultado proveniente de los esfuerzos que haya hecho. He atravesado todo el camino, y ahora ni siquiera quiero saber que mi otorgamiento llegó hasta el Creador. Lo más importante es que Él se sentirá bien y no importa si Él no sabe de quien recibe esta bondad, si se trata de mí o de los demás. Este es el nivel de la Luz de Jaya.

Así, nosotros alcanzamos esto, independiente de las cuentas entre el huésped y el anfitrión en la mesa con los refrescos. Esta es la Luz del Yejida.

Al ascender el nivel de otorgamiento, la persona alcanza al Creador.

En este proceso sólo el invitado cambia y la deficiencia que adquiere se convierte en su propia deficiencia genuina. Él debe separarse del anfitrión con el fin de encontrar por sí mismo un nuevo déficit cada vez, a pesar de la revelación del Creador.

Nuestro problema es mantener el punto de separación, el «algo a partir de la nada». El invitado confía y enfatiza en éste punto cada vez más, dado que sin él, no tiene derecho a existir.

La comida y todas las Luces y vasijas que están relacionados con Él, permanecen sólo hasta el final de la corrección, cuando nosotros revelamos el anfitrión y estemos en adhesión con Él.

(112572 – De la 4º parte de la lección diaria de Cabalá del 7/19/13, Escritos de Baal HaSulam)

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