El territorio del amor

Dr. Michael LaitmanPregunta: Usted dice que hay una necesidad de abrir un «Curso sobre el Amor» en el mundo de hoy, para no depender de los estallidos ocasionales del amor. ¿Cómo debemos comenzar este estudio?

Respuesta: En primer lugar, será necesario reunir a un grupo de entre cinco y diez parejas y enseñarles los fundamentos de la naturaleza humana. Depende de nosotros el explicarles qué es nuestro ego y cómo se desarrolla, qué tipo de familia hubo en el pasado y cómo se desarrolló en la antigüedad, en la Edad Media, en la nueva era, y en el período post moderno.

De hecho, lo que motiva este proceso es nuestro deseo egoísta de placer. Este cambia y provoca la aparición de nuevas formas de relaciones familiares.

En el pasado, ellos no esperaban manifestaciones particulares de emoción de estas relaciones, porque el ego era pequeño y no exigía llenado a la altura del amor. Una simple asociación era suficiente para ello. Este se satisfacía con una forma de vida reconocida, de acuerdo a la cual un hombre tomaba a una mujer de su tribu o de su pueblo natal, o cumplía con el deseo de sus padres, y nadie veía ningún problema con esto.

En contraste con ello, en la actualidad, factores tales como la cultura moderna y los medios de comunicación se han involucrado con esto, y los jóvenes se han vuelto más desarrollados que nunca. Ellos sienten al mundo entero con todos sus sentidos y no pueden satisfacerse con un encuentro aleatorio o con encuentros casuales con un compañero. Muchas obras de arte, el Internet y la televisión les presentan tantos ejemplos de búsqueda de socios y relaciones, traiciones y decepciones, conflictos y competencia en esta área, que la vida en común se ha vuelto muy compleja.

Nuestro ego ha crecido a tal grado que nos confunde y nos da la vuelta a su antojo. Ya no sabemos cómo lidiar con él, y, por lo tanto, simplemente tenemos que controlarlo, frenarlo sin minimizarlo, lo cual, en principio, es algo imposible. Más bien, debemos prever que no nos controle, y que en su lugar, seamos nosotros quienes lo controlamos.

A fin de hacer esto, cada uno debe elevarse por encima de su naturaleza, volverse su propio psicólogo, y entender también a su pareja, que a su vez debe actuar de la misma manera, y luego comunicarnos en dos niveles:

  • De pensamiento a pensamiento (intelecto) a la altura de la persona
  • De corazón a corazón, al nivel del ego. Después de todo, el «corazón» es el depósito de todos nuestros deseos y anhelos.

Nosotros entendemos que tenemos intelecto y emoción, sistemas que deben estar equilibrados en cada persona, de tal forma que el cerebro domine sobre el corazón. Entonces, todos sabrán cómo cooperar e integrarse con los demás, a través de la comprensión mutua y juntando los deseos.

Si nos relacionamos con esta idea precisamente de esta manera, nos volvemos una pareja madura de investigadores. Esto no nos habla de la edad o de la experiencia, sino más bien del enfoque mismo que contribuye a una concepción equilibrada de las cosas, incluso para los estudiantes de secundaria. Se trata de un examen de matrícula real.

Al mismo tiempo, hoy en día hay parejas de la edad de cuarenta y cincuenta años que se comportan como niños y vienen uno al otro con quejas poco realistas, «infantiles», como niños que sólo saben exigir que su madre los entretenga.

No, nosotros tenemos que conocer los límites, las limitaciones de cada uno, reconocer el sistema interno de la persona. Entonces, yo entenderé cuánto puedo acercarme a mi pareja, dónde es necesario detenerme y mantener la distancia, y dónde incluirme con él, o realmente adherirme a él. En general, aprendemos esto de los diversos problemas de la vida, de la amarga experiencia de los errores que nos muestran qué es mejor para uno, por no mencionar al otro, acerca de lo que puede transigirse, y de qué manera estamos realmente juntos.

Podemos dividir nuestro campo común en tres partes, en tres tipos de relaciones diferentes. Yo trato de elevarme por encima de mi ego y me relaciono con la naturaleza de mi pareja de tres maneras:

  • Donde no entro en contacto con él
  • Donde encuentro los puntos de contacto
  • Donde alcanzo sincera adhesión

Sin embargo, entonces puede surgir una pregunta: ¿Cómo nos relacionamos con este campo nuestro? ¿Cómo integramos estas tres partes dentro de mí y dentro del otro? ¿Cómo podemos estar constantemente preocupados por una cercanía y conexión significativas de una manera más consciente? ¿Cómo podemos desarrollar un amor «planificado», es decir, pensar en los intereses de cada uno de nosotros? Ustedes ven, el amor es nuestro «niño» compartido a quien elevamos por medio de las concesiones mutuas.

Las respuestas a estas preguntas las encontramos juntos.

Pregunta: ¿Qué siente la pareja en este campo compartido en su «territorio» común?

Respuesta: En primer lugar, dejamos solo el territorio privado que se encuentra detrás de cada uno de nosotros, las cosas íntimas más profundas, ya sean las personas más cercanas a nosotros desde la infancia o los recuerdos grabados en el alma. No nos tocamos el uno al otro en esta área.

En segundo lugar, nuestro territorio común, el cual podemos discutir, es un lugar de elección que por tanto es neutro y debemos mejorarlo todo el tiempo.

En tercer lugar, en el territorio del amor, nosotros nos incluimos uno dentro del otro. Estamos conectados por una emoción común.

En cuanto al territorio común, queremos seguir acercándonos para poder combinarlo con el «territorio» del amor. A pesar de ello, desde el comienzo tenemos que ser conscientes de que cada uno es un egoísta absoluto, que no quiere darle nada al otro y quiere obtener de él el cien por cien del placer. Desde el principio, cada uno de ellos le «pertenece» al otro, tan simple como se escucha, y después de eso, estas dos áreas, nuestros dos círculos de interés, comienzan a cruzarse gradualmente.

Repito que la intimidad está basada en las concesiones mutuas que tratamos de hacer según la intensidad con la que crece de vez en cuando. Nos revisamos a nosotros mismos a través del cálculo, considerando constantemente el grado en que podemos seguir acercándonos al otro. Si existe la emoción, es muy bueno, y si desaparece, la mente continúa con lo que está sucediendo. Este es un mecanismo que trabaja sin cesar. Se trata de un «computador» dentro de mí y dentro de mi pareja, y ambos sabemos que vamos hacia una mayor cercanía e integración, hasta adherirnos al otro. Hacemos esto más y más todo el tiempo, tanto como sea posible.

Estos son nuestros programas. Nosotros no aceptamos como coincidencia todo lo que hacemos en la vida, todos nuestros estados, sino que los vemos como una oportunidad para la unificación gradual.

En este caso, nuestra mente desarrolla en nosotros la emoción. Yo siento cuán importante y único es mi compañera, y ella también se relaciona conmigo de la misma forma. Juntos, podemos resumir nuestra relación. Estamos conectados y somos fieles el uno al otro. Mi pareja es una persona especial, diferente a todo el resto. Yo me encuentro en un sistema de una relación con ella que no tengo con nadie más. Entre nosotros habita tal reciprocidad que nos convertimos en una sola entidad.

De aquí viene la ayuda, el apoyo, la comprensión mutua y el constante esfuerzo por mostrarle a mi compañera cuan agradable es rendirme, concederle a ella, dejar más espacio para ella. Así es como avanzamos.

Esto requiere de un trabajo constante en nuestro ego, pero cada uno recibe el apoyo de la pareja. Tenemos algo de qué hablar. Tenemos algo que aprender uno del otro.

Lo principal aquí es actuar con prudencia en el marco del control de la mente. Nosotros debemos practicar esto. Después de todo, las personas en general se avergüenzan de activar la mente y al mismo tiempo se avergüenzan de expresar amor. Ellas se sienten temerosas de abrir su alma de tal manera que ustedes no le escupan en ella, ni ridiculicen sus sentimientos.

Por lo tanto, nosotros debemos conocer bien a la persona, saber quién y qué es. Sólo entonces nuestra relación será natural y dejaremos de estar avergonzados por nuestra naturaleza. Por el contrario, tratamos de trabajar con ella con comprensión y madurez para que no haya entre nosotros malos entendidos, evasivas, y ridículo, las poses infantiles que caracterizan a las parejas jóvenes que a menudo se encuentran atrapadas en la trampa de la soberbia y la arrogancia. Por el contrario, incluso una pareja joven será «madura», con su alcance y enfoque de la vida.

Debido al hecho de que no se nos enseña a amar, perdemos mucho. No sabemos cómo construir sistemas de relaciones y de esta manera les pasamos los mismos patrones erróneos a nuestros hijos. Sin lugar a dudas, si nosotros les mostramos el camino correcto, entonces, al menos los más jóvenes recibirán un regalo más valioso que el oro fino, que les proporcionará una vida feliz.

Pregunta: Usted llamó a una de las partes del campo de nuestro sistema de relaciones un territorio de amor. ¿Qué significa eso?

Respuesta: En este caso, existe un acuerdo entre nosotros. Ya hemos trabajado juntos, cada uno por su cuenta y con la pareja. Nos convertimos en socios en el pleno sentido de la palabra hasta tal punto que las diferencias entre nosotros desaparecen. Por lo general, las personas sienten algo similar con respecto a los bienes comunes, a los nietos y a los niños, de algo que proviene de ambos, cuando ya se han convertido en uno.

Por ejemplo, concebimos juntos a los niños. Esto está relacionado con ambos y, en principio, ya no es algo que pueda dividirse. En general, incluso filosóficamente, es interesante que la continuación del amor sea uno que proviene de dos, que los incluye a ambos. Sin embargo, de todas maneras, los niños son nuestra área de interés común y, en consecuencia, de una emoción común. Por lo tanto, no importa lo que pase. Podemos renovar nuestra conexión, iniciar de nuevo nuestras conversaciones y empezar a cultivar las flores que compartimos juntos.

Aquí tenemos un ejemplo de un territorio compartido: El amor que yo tengo en mi corazón también se encuentra en el de mi pareja. Nuestro hijo es como un tercer factor a través del cual podemos desarrollar juntos nuestro amor.

Además de esto, nosotros no nos limitamos a estos tres factores. Más bien, nos asignamos uno al otro un lugar en nuestros corazones. De la misma manera en que yo la siento a ella en mi corazón, así también me siente ella en su corazón. Ahí, en ese territorio común, ya tenemos algún tipo de sentimiento, de comprensión y de acuerdo en común. Allí ya tenemos un pacto entre nosotros, un contrato para el futuro. Yo no puedo sacarla de ese territorio, y ella no me puede sacarme a mí. Estamos conjuntamente arraigados allí de manera firme, en lo profundo de la tierra, y estas raíces ya no desaparecerán.

Nosotros tenemos que alcanzar esa sensación. A esto se le llama amor absoluto o un pacto, y a veces, cuando hablamos, debemos centrarnos en la realidad de este amor mutuo.
(107853)
De una charla sobre Nueva Vida del 7/30/12

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