Rubicón de Rabash

Cuando llegué a Rabash, solía escribir unas interesantes notitas, para sí mismo. Creía que no había nadie a quien transmitirlas. Tal condición humana es difícil de explicar. No permitía que sus alumnos escribieran nada.

 

En cuanto empezaba a escribir algo, dejaba de hablar. Entonces le dije: «Soy estudiante; si no escribo, no oigo. Tengo que ir de la oreja a la pluma». Le convencí con esto.

 

Le explicamos que así es como se estudia en la universidad: el profesor habla desde el atril, y tú te sientas y tomas apuntes porque hay mil libros, pero necesitas exactamente lo que él enseña. Entonces Rabash aceptó a regañadientes.

 

Luego, poco a poco, le convencí de que teníamos que grabar en un magnetófono. Era un problema similar a la transición gradual del estado de exilio al estado de revelación.

 

Vi lo difícil que era para él cruzar este rubicón. Abandonar el estado de exilio cuando estás sentado solo en un rincón estudiando El Libro del Zóhar y la Cabalá, y entonces empiezas a salir. Fue muy duro para él.

 

Empecé a hacer dibujos, grabaciones en cinta y grabaciones escritas. Poco a poco, el material empezó a acumularse, y yo estaba completamente seguro de que no lo coleccionaba para mí.

 

Al fin y al cabo, cuando una persona se desarrolla, no necesita esto. Nunca nos fijamos en el material del pasado. Necesitamos el siguiente, el futuro.

 

Aunque si miras el material del pasado, verás lo mucho que revelas allí. Pero la vida está dispuesta de tal manera que cada día debe ser nuevo a pesar de que puedas sacar mucho más de ayer. Así es como se forman el principio y el final del camino.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *