Sobre Rabash (La charla ante la tumba de Rabash el 23 de septiembre 2009)

img_5652_100Estando cerca de Rabash, siempre me sorprendía la brevedad y “formalidad”, con la que vivía  las ceremonias fúnebres que recuerdan a los muertos. Los hombres estamos obligados anualmente a cumplir con el ritual: venir al cementerio, decir unas palabras en la tumba y partir. Y debemos regresar cada año, nada más.

En el sentido corporal, el ritual es triste, pero desde el punto de vista espiritual, la ceremonia es alegre. En realidad cumplimos un rito que para el hombre debe ser gozoso. Debe estar feliz de que se libró del “cuerpo”, que el deseo egoísta ha muerto en él, y que el deseo de otorgar y amar, llamado “el alma”, ha ascendido a un nuevo nivel: de  lo “terrenal” – la recepción – a los “cielos” – el otorgamiento.

Al volver cada año a visitar el deseo enterrado, el hombre se asegura que no hay nada más que tenga que tomar de él para corregir y elevarse todavía más. Pues la elevación se produce sólo por la corrección y conversión del egoísmo en otorgamiento.

Una vez que hayamos corregido todos nuestros deseos, no quedará nada en “la tumba”, y llegaremos a  “la resurrección de los muertos”. Cuando los muertos (los deseos) resuciten, ya no será preciso realizar estos rituales.

Rabash, actuó como ningún otro cabalista lo había hecho antes que él. Aceptó alumnos seculares en un grupo que se localizaba en medio de una comunidad ortodoxa en la ciudad de Bnei-Brak para enseñarles la ciencia de la Cabalá.

A pesar de todo, tuvo el valor de llevarlo a cabo y logró abrir una brecha.  Empezó a escribir artículos y dar clases para principiantes, incluyendo a personas seculares. Hizo todo lo posible para difundir el estudio de la Cabalá.

Lo más importante que nos legó son sus artículos y su espíritu. Todo lo que tenemos hoy, toda nuestro fundamento lo construyó él. Siento que todo este tiempo lo único que hago es continuar su obra y eso me da la fortaleza para continuar. Espero seguir transmitiendo a todos ustedes todo lo que tengo, incluyendo el espíritu de Rabash que recibí de él.

Este hombre en su esencia es un puente; el engranaje que une a todos los grandes cabalistas del pasado desde Abraham hasta Baal HaSulam con nosotros. Con su espíritu nos transmitió la ciencia de la Cabalá. Vivimos dentro de su Kli y él nos está apoyando.

Tenemos que agradecer al Creador por habernos enviado un alma tan grande, que incluso hoy nos mantiene dentro de él, propiciando nuestro desarrollo. Toda la espiritualidad que alcanzamos es gracias a su ayuda, su fuerza que actúa entre nosotros. Por eso nos llamamos “Bnei Baruj”, “los hijos del Baruj”. Esperemos que de verdad nos convirtamos en los hijos de Baruj Ashlag, el Rabash.

(Sobre mi plática ante la tumba de Rabash esta mañana del 23 de septiembre, 2009)

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