Nuestro trabajo espiritual es llamado «el trabajo del Creador». ¿Pero porqué es así si somos nosotros los que tenemos que llevarlo a cabo? Este trabajo es difícil, confuso, y exige grandes esfuerzos. Le dedicamos tanto tiempo y esfuerzo, de hecho entregando nuestras vidas por entero….
Aun así es llamado «el trabajo del Creador» porque al hacer nuestro trabajo lo tomamos a Él o a la naturaleza como ejemplo.
Todo se mueve hacia adelante y regresa a su raíz, incluyendo los niveles inanimado, vegetativo, y animado. Sin embargo, esos niveles se desarrollan mediante el programa inherente en ellos. Es imposible cambiar ese programa, y tampoco es necesario. Aparte, no hay quien pueda cambiarlo porque esos niveles no tienen libertad de elección. Están vacíos de entendimiento y percepción de lo que les sucede y quién los gobierna.
Pero a partir de ahí, el ser humano se desarrolla. Esta no es sólo una criatura sobre dos piernas, sino un ser que es capaz de tomar la ley de desarrollo en sus propias manos y realizarla independientemente. Este es el grado «humano» (Adám). Para lograr su propósito, él debe tomar al Creador como un ejemplo, sin querer que el Creador lo desarrolle como los niveles inanimado, vegetativo, y animado. Un humano es alguien que quiere desarrollarse por su cuenta, a un paso acelerado.
Es por eso que él observa el trabajo del Creador: ¿Que le hace Él a la creación? ¿Hacia dónde la lleva? ¿Qué quiere hacer de nosotros? Queremos desarrollarnos por nuestra cuenta, más rápido.
Baál HaSulám ilustra esto con el siguiente ejemplo: Una persona no espera que un polluelo se desarrolle de un huevo que es incubado por una gallina, sino que establece una producción en masa de huevos en la calidad y cantidad necesaria para satisfacer sus necesidades. No le pregunta a la gallina qué es o no capaz de hacer, sino que construye incubadoras que proveen a los pollos de acuerdo a la velocidad de desarrollo que él ha tomado en sus propias manos.
Lo mismo es cierto para el camino espiritual. Si una persona no quiere sentarse y esperar que la «presión del desarrollo» lo empuje hacia la meta, entonces el discierne la meta y los medios de alcanzarla para tomar esos medios en sus propias manos. Él además construye una «incubadora» o «invernadero» dentro del cual puede colocarse para estar bajo la influencia de las leyes que aceleran su desarrollo.
Al buscar la similitud con el Creador, una persona aprende cómo trabaja el Creador en él y de acuerdo con esto, construye un entorno para sí, un «invernadero» con el fin de acelerar el proceso de su desarrollo de manera que las mismas fuerzas de desarrollo operen en sus manos. Este ya es «el camino de la Torá«, el camino de la Luz, la cual es la Fuerza de desarrollo. De acuerdo con esto, una persona entonces necesita la Luz que es más poderosa que la que recibe durante el curso natural de los eventos.
En el camino espiritual somos llamados «trabajadores del Creador» porque Lo tomamos como un ejemplo y realizamos este ejemplo en nosotros mismos. Construimos un entorno especial, un «invernadero» que nos permite absorber una gran fuerza de desarrollo y tolerar su influencia para desarrollarnos.
(De la 1º parte de la lección diaria de Cabalá del 2/27/11, Escritos de Rabash)
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