Pregunta: Una persona moderna ha acumulado una gran cantidad de diversas limitaciones: no se le permite expresar sus sentimientos, ellos fueron trivializados, y demás. Es por eso que su reacción usual hacia algo nuevo es negativa. En principio, siempre habrá dentro de la persona una batalla entre el interés hacia algo nuevo y el miedo hacia ello. ¿Cómo podemos mantener el interés de la persona a pesar de su miedo y resistencia?
Respuesta: Cuando se empieza a hablar de la persona, de su fisiología, psicología, sociología, relaciones familiares, y así sucesivamente, tenemos que hacerlo de manera objetiva, en abstracto, no en relación a la persona misma. Y sólo después debemos gradualmente incluir ejemplos: Aquí hay un hombre, una mujer y niños; aquí hay una persona como él, él mismo reacciona de cierta manera ya que está compuesto de ciertas imágenes de la visión, de percepciones, y demás. En otras palabras, empezamos a hablar de un objeto abstracto y poco a poco llevamos ese objeto hacia la persona misma. Creo que de esta forma no nos encontraremos con un problema.
El hecho del asunto es que la persona moderna no sabe nada de esto. Nosotros escondemos nuestra naturaleza, nos avergonzamos de nosotros mismos, no avergonzamos frente a los demás; tenemos miedo de mostrar cualquier tipo de debilidad, porque pensamos que los demás pueden aprovecharse de esto. Yo tengo que demostrar que me mantengo firme como una pared detrás de mis opiniones inmutables, que en realidad no tengo en absoluto.
Cuando nosotros revelemos poco a poco lo que son el hombre, la sociedad y la naturaleza en su forma global y general, gradualmente nos acostumbraremos al hecho de que somos según la forma en la que somos creados: No soy yo, y todo en mí trabaja independientemente de mí.
Entonces, ¿qué es exactamente ese «yo»? Yo es sólo aquel que puede investigar lo que es creado en él o ella por la naturaleza.
Al igual que los médicos que no se vergüenza frente a los demás o a sus pacientes, o los psicólogos que pueden expresar sus propios sentimientos y los de otras personas sin avergonzarse, y entienden que todo esto es una realidad objetiva, nosotros también somos de la forma que somos. Del mismo modo, también tenemos que traer a la persona a tal estado.
Todo tiene que basarse precisamente en el hecho de que la próxima etapa de nuestro desarrollo es la integración completa de todos en todo, en la que todas las partes de la naturaleza se incorporan en la persona, la persona en ellas, y las personas entre sí, y junto con la naturaleza representamos un todo orgánico.
En tal caso, no hay nada aquí que yo tenga que ocultar, de lo cual avergonzarme, y que tenga que tratar de ocultar de los demás. Yo en última instancia, debo alcanzar un estado en el que, por el contrario, me vea obligado a revelarme a mí mismo completamente y estar conectado a todo el mundo.
Es como un niño que está en brazos de su madre: él no es nada ni nadie, sin embargo, ella concentra toda su atención en él, y desde el punto de vista de la naturaleza, en relación a su madre él no tiene barreras en absoluto, ni bordes, o pantallas; por el contrario, existe una relación absolutamente completa. Nosotros también, como resultado de nuestra educación y desarrollo integral, necesitaremos llegar a este tipo de conexión en el futuro.
Es por eso que nuestro flujo de enseñanza, experimentando estos cursos, en su estructura e interconexión (donde un curso empieza y otro termina, o algunos de ellos van paralelos entre sí) tenemos que estructurarnos precisamente así: a lo largo del eje del tiempo. Los cursos deben complementarse unos con otros y seguir, ya sea de forma consecutiva o que se superpongan unos con otros, para que la gente desarrolle poco a poco una actitud correcta hacia ellos mismos, hacia otros estudiantes que estudian en el grupo, y hacia el mundo entero.
(65538 – De una «charla sobre la educación integral» del 13 de Diciembre del 2011)
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