El director ejecutivo del Creador que gobierna toda la creación

Residimos en un sistema de fuerzas que se expande de Arriba hacia abajo. Y por lo tanto, fue formada una escalera de peldaños en este sistema, donde cada peldaño está hecho de fuerzas opuestas, en sus varias combinaciones  en términos tanto de altura como de cualidad.

Y toda la diferencia en esas fuerzas está en la profundidad del nivel de deseo (Aviút) en el que funcionan ya que la profundidad del deseo cambia su cualidad. Después de todo, el deseo puede ser de cualquier grado: inanimado, vegetativo, animado, y hablante (0-1-2-3-4).

Pero cuando comenzamos a escalar, recibimos al principio sólo una fuerza: la receptora. Entonces, comenzamos a trabajar con el grupo, y dentro de este vemos la segunda fuerza: la fuerza de otorgamiento. Es en comparación con esta fuerza que descubrimos la fuerza de recepción, que no es la misma que el deseo terrenal con el que llegamos inicialmente.

Al comenzar a estudiar Cabalá y tratar de unirnos con el grupo, por medio de eso evocamos la Luz que ilumina un nuevo deseo dentro de nosotros que está en contra de la unificación, del grupo, del amor, y del otorgamiento. Entonces, con la ayuda de esta Luz, llegamos a conocer nuestra maldad.

Sólo debido a que se involucra con el grupo surgen esas dos fuerzas en una persona y permanecen una en contra de la otra: la fuerza del amor y la fuerza del mal, ambas conectadas a la meta espiritual en la que una persona está trabajando para adquirirla. Y todas las propiedades y tendencias con las que inicialmente llegó a la Cabalá no importan realmente para nada. Son simplemente los atributos de su cuerpo animado.

Por lo tanto, todo el éxito en el avance depende de cómo una persona se esfuerza por involucrarse con el grupo y llegar a la unidad. Descubrirá la fuerza de rechazo, y ambas fuerzas comenzarán a trabajar: algunas veces en turnos y otras veces al chocar entre sí. Y entonces conocerá la fuerza de la plegaria, sin la cual es imposible unificar esas dos fuerzas en una.

Por una parte, él no desea perder su «yo» bajo el poder infinito de la fuerza de otorgamiento, pero tampoco quiere permanecer como esclavo de su egoísmo, la fuerza de recibir. En la persona, se desarrolla un carácter independiente que está justo en la mitad entre esas dos fuerzas y toma decisiones. Él quiere elevarse por encima de esas dos fuerzas, la derecha y la izquierda, en la línea media. Y esto es lo que le pide al Creador en su plegaria.

La propiedad de Bína que recibe una persona le permite mantener ambas fuerzas en equilibrio y estar por encima de ambas. Él adquiere la fuerza de «recibir con el fin de otorgar», que le deja otorgar al Creador. Ambas fuerzas, recepción y otorgamiento, residen en él, mientras él mismo se convierte en la cabeza (Rosh) del Partzúf espiritual y decide cómo y hasta qué grado puede otorgar. Así avanza el hombre por los peldaños espirituales.

Él no le pide al Creador la fuerza para vencer a los otros, sino una oportunidad de unificarlos y estar por encima de ellos con su «cabeza». Esto es en lo que piensa todo el tiempo. Y es por esto que es considerado un sabio, un «discípulo de un sabio» (Talmíd Jajám) quien, gracias a sus plegarias, siempre aprende del Creador (el sabio) para ser capaz de usar esas dos fuerzas correctamente.

Así, una persona se eleva por encima de la Creación y llega a ser como el Creador, usando la fuerza de otorgamiento y la fuerza de recepción mientras permanece por encima de ellas y toma decisiones. Justo de la misma manera, la criatura comienza a actuar.

(37695 – De la 1º parte de la lección diaria de Cabalá del 3/10/11, sobre la oración)

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