La muerte: El pago por el desarrollo del egoísmo

El deseo puro, sin intelecto representa una forma original que se deriva de la raíz. Si el deseo sólo se esfuerza por mantenerse a sí mismo sin ningún otro deseo, se le llama «inanimado». Este no cambia, sino que siempre querrá preservar su existencia por todos los medios, al cien por cien, ya que es continúa y se resiste en absoluto a cualquier cambio. Es por eso que se llama «muerto».

Por un lado, es la fuerza más poderosa que mantiene la materia inanimada en su forma y debido a que es inanimada, es más fuerte que cualquier otra cosa. Por otro lado, ¡tiene un déficit, ya que no se desarrolla, ni crea ninguna forma avanzada!

Una planta no posee tanta fuerza de auto preservación como la materia inanimada, sino que es más débil. Pero tiene un añadido: ¡es capaz de cambiar! Esta se desarrolla, cambia y crece. Por otro lado, ella no puede mantenerse de forma eterna; es por eso que «adquiere» la vida y la muerte.

No hay opción, existe un precio por la oportunidad de seguir desarrollándose. Si tú no posees la firmeza de la piedra, pero puedes cambiarte a ti mismo, vas de un borde al otro, de la vida a la muerte, no hay otra opción. En otras palabras, nuestro desarrollo ocurre a expensas de la inmortalidad.

Para una piedra sin vida, la vida y la muerte son lo mismo. Para una planta, la vida y la muerte son diferentes, ya que las plantas pueden sentir la vida. Esta es la raíz de cualquier sensación, el placer y la aflicción, uno contra el otro.

Los animales están mucho más lejos de la naturaleza inanimada; ellos sufren dramáticos cambios y experimentan un enorme crecimiento. Adquieren un intelecto superior que acompaña sus deseos, de modo que, durante el proceso de desarrollo, los animales adquieren diversas formas. Naturalmente, los animales están sujetos a una serie de influencias externas e internas. En comparación con los inanimados e incluso con el nivel vegetal, los animales tienen una organización mucho más compleja. Por supuesto, los animales sienten su mortalidad muy fuerte como diferencia entre la vida y la muerte.

La capacidad adicional de usar el intelecto para el análisis constituye una distinción entre los seres humanos y los animales. A diferencia de un animal, la persona  ha evolucionado en la medida en que reconoce el «tiempo» en su cerebro: pasado, presente y futuro. La gente puede acortar el tiempo mediante la inclusión de éste en su deseo. De repente, podemos empezar a envidiar a alguien que vivió hace mil años o a una persona que va a nacer dentro de 200 años.

Nosotros observamos que en el nivel humano, el intelecto aumenta el deseo. El trabajo del intelecto sobre el deseo está directamente relacionado con la Luz; en realidad, es el único trabajo que realizamos. Cuanto más trabajamos en la aclaración y expansión de nuestros deseos, más avanzados nos consideramos en comparación con nuestros estados pasados, sin desarrollar: los niveles inanimado, vegetativo, animado y hablante dentro de la etapa humana.

Por supuesto, los seres humanos sienten la vida y la muerte, la Luz y la oscuridad, incluso con más fuerza. Nos volvemos más dependientes, delicados, sensibles y limitados. Pero este es el pago por nuestro desarrollo.

En el momento en que nuestro desarrollo en los niveles simples (inanimado, vegetativo, animado y hablante) se completa, nos acercamos al nivel del Creador, en el que ganamos nuevos sentidos, un tipo diferente de inteligencia y una fuerza de desarrollo alternativa, tres componentes juntos que nunca habíamos tenido antes.

(65647 – De la 2º parte de la lección diaria de Cabalá del 6 de Diciembre del 2012, El Zóhar)

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