Visión espiritual del contraste entre luz y oscuridad

Es imposible avanzar hacia el propósito de la creación en línea recta. Siempre nos desviamos, en una dirección y después en otra. Es como un cohete volando hacia un objetivo que constantemente se desvía un cierto ángulo pero constantemente se corrige en relación al objetivo.

Y así lo hacemos nosotros; nos desviamos del camino directo, corregimos la desviación, nos desviamos otra vez y la corregimos otra vez hasta que finalmente llegamos a la meta.

 

No podemos sentir si estamos en la trayectoria correcta. Siempre necesitamos cierto tipo de desviación que nos permita evaluar nuestra condición. Si no siento la desviación del camino, estoy en estado neutral de cero, sin ninguna posibilidad de avanzar. 

Todos nuestros sentidos, vista, oído, olfato, gusto y tacto, son construidos con base en el contraste entre cualidades, en la diferencias entre verdad y mentira, amargo y dulce. Sólo de esta forma comenzamos a entender dónde estamos. 

Nos quejamos por problemas en la familia, en el trabajo, en el grupo: pasamos por muchos estados diferentes, algunas veces malos y otras veces buenos. Pero no es accidental, precisamente porque sólo debido a los opuestos, debido al contraste entre luz y oscuridad, podemos evaluarnos a nosotros mismos. 

Y mientras más lejos vamos, más fino es este estimado y más pequeña se vuelve la desviación. Comenzamos con grandes desviaciones y después su amplitud se hace más y más estrecha. Y cerca de la meta las desviaciones se vuelven microscópicas, pero también extremadamente importantes. Es decir, al acercarnos a la meta la amplitud de la desviación, de más a menos, se vuelve más y más importante. 

Es lo mismo en cualquier ciencia, un especialista de alto nivel verá un abismo de condiciones en la más pequeña cuestión. La persona ordinaria sólo verá las cosas si son muy grandes y son notables. 

Al trabajar en el grupo, debemos intentar ver esas fluctuaciones, diferencias y cambios entre el bien y el mal en nuestras relaciones y distinguir una de otra. No puede haber bien sin mal y no hay mal sin bien ni en la vida familiar ni en la vida del grupo. Pero todo se nos da para que nos enfoquemos seriamente, sino para que percibamos los cambios como medios para alcanzar al Creador y constantemente tenerlo en nuestra vista. 

Incrementamos tanto la resolución y logramos tal precisión, como si hubiéramos medido previamente la desviación en metros y ahora mejoramos la escala a milímetros. Nos volvemos más delicados y sensibles a los cambios que tienen lugar en cada uno y en todos juntos. 

Y no es sólo un cambio en la resolución, sino que son mundos diferentes. Así ascendemos del mundo de Assiya a Yetzirá, Beriá, Atzilut, Adam Kadmon y llegamos al mundo del infinito. Todo el punto es que sutilmente distinguimos la diferencia entre recepción y otorgamiento, entre el Creador y la creación, entre luz y oscuridad en todas sus variaciones. 

Se dice de esto: “La sabiduría llega con la experiencia”. Mientras más trabajemos, más grande será la sensibilidad que desarrollamos hacia esos fenómenos, a tal grado que comenzamos a sentir la espiritualidad. 

¡El mundo espiritual está justo aquí! El Creador y la Shejiná están presentes aquí, todo aquí es espiritual. Pero ¿dónde está? ¿por qué no podemos ver nada? Simplemente no tenemos la sensibilidad correcta, como niños pequeños que no ven ni la mitad de lo que perciben sus padres. Necesitamos desarrollar esa sensibilidad hacia el otorgamiento, hacia las relaciones especiales entre la gente. 

Llamamos Shejiná a esta relación especial. Y llamamos al poder contenido dentro de ella, Creador. Por lo tanto se dice: “El Creador dijo, ‘cómo si Él me hubiera construido’”. Construimos un estado en el cual revelamos al Creador. 

Nos conectamos todos en el Creador, por eso es llamado, línea media.
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De la 2a parte de la lección diaria de Cabalá 22/oct/21, Baal HaSulam, Shamati #29 “Cuando llegan pensamientos a una  persona»

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